Gabriel Montoya Jiménez, de 50 años, está confinado a pasar gran parte de su vida en el Centro Penitenciario de Villabona, ubicado en Asturias, España. Aunque hace poco estuvo cerca de despedirse de este mundo, cuando fue declarado muerto por tres médicos y después trasladado a la morgue local, donde despertó antes de que iniciara su autopsia.
Su historia comenzó así: el domingo en la mañana ningún guardia notó la presencia de Montoya en el recuento diario de la institución. Debido a ello, un grupo de uniformados se acercó a su celda, donde lo consiguieron sentado e inerte, por lo que llamaron al médico de guardia para que chequeara sus signos y diera fe de su fallecimiento.
Al no detectar ningún pulso, se “confirmó” su muerte. Las autoridades dieron el aviso oficial, para proceder con la orden de traslado del cuerpo al Instituto de Medicina Legal de Oviedo. Montoya estuvo dos horas dentro de una bolsa negra. Más tarde, fue llevado con el personal forense para determinar la causa de su “deceso”.
Los minutos pasaron, hasta que los médicos notaron que el preso hacía fuertes ruidos. Allí determinaron que seguía con vida, y que parecía estar roncando. “Eso fue lo que lo salvó, sus ronquidos. De la morgue lo enviaron al Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), donde fue escoltado por efectivos de la Guardia Civil. Todavía se veían las marcas que hicieron los forenses en su pecho para la autopsia”, informó un medio de prensa español.
Esa noticia no resultó agradable para los familiares de Montoya, quienes aseguraron que la situación pudo ser premeditada. “Ellos querían enterrarlo vivo. Él estuvo metido en una cámara frigorífica, y tenía marcas en su cuerpo. Pudieron matarlo”, destacó Luis Manuel Montoya, tío de la víctima.
Toda la conmoción generada por el caso hizo que se abriera una investigación para entender cómo tres médicos firmaron el acta de defunción, sin que la muerte quedara confirmada como corresponde.
Expertos explicaron que Montoya permaneció en un estado de catalepsia, que es cuando un cuerpo no logra moverse y aparenta estar inerte. Quienes sufren el trastorno, mantienen muy por debajo sus signos vitales, niveles de respiración y pulso, por lo que es difícil determinar si siguen vivos.