Todo muy lindo con el rating y la seguidilla de freaks que decoran la pantalla de Telefe cuando Talento Argentino sale al aire. Pero existen un par de detalles respecto a la conducción, que valen la pena revisar.
Lo primero es lo primero, pero en este caso lo que supuestamente es primero, se transforma en lo último: ¿Qué hace Mariano Peluffo en el programa de Catherine Fullop, Maximiliano Guerra y el nochero, Kike Teruel?... ¡Ah!, ¿es el conductor?... ¡Oops!
Baile va, canto desafinado (o no) viene, al querido Mariano se lo ve traspasando el límite "conductor segundón" del ciclo, haciendo preguntas que a nadie le importa, a personas que tampoco importan, como los familiares y amigos acompañantes de los que van a demostrar su talento. Entonces: ¿por qué no pedir un lugar en el escenario y demostrar a los tres conductores perdón, jurados, que puede conducir un programa sin parecer el asistente del asistente del productor?
Podrá sonar fuerte y que quede claro que nada tenemos en contra de Peluffo, pero el fantasma de la opera es el personaje que se nos viene a la mente: desde la penumbra de algún teatro pasado de moda y con olor a humedad, apuesta al perfil bajo y detrás del telón da detective privado mal pago. ¡Alguien que le instale un piano para que por lo menos pueda hacer algo útil!
Esta no es una crítica a Mariano, sabemos que le pone onda y que seguramente no está orgulloso del papel que está haciendo. Pregunta: ¿alguien se acuerda de cuándo salían de la casa los participantes de Gran Hermano?... ¡Déjà vu!