William Adolf Higginbotham pasó a la historia por dos disímiles hechos: por un lado, fue uno de los físicos que participó en el desarrollo de la bomba atómica, para luego convertirse en un reconocido activista antinuclear. Pero unos años después, en 1958, diseñó algo bastante menos nocivo: el considerado primer videojuego. Se trató de un rudimentario juego de tenis, llamado Tennis for Two.
Fue creado con un osciloscopio, un instrumento de medición electrónico para la representación gráfica de señales eléctricas, y la idea era simplemente entretener a los visitantes de un museo.
Mucho antes de la era de las consolas, la gente esperaba haciendo cola para jugar a esta novedad. Dos personas podían jugar con controles conectados a una computadora análoga, que usaba el osciloscopio como pantalla. La idea del científico no era meramente que fuera un divertimento para perder el tiempo, sino mostrar al público como la ciencia avanzaba y cómo podía ser útil. Se ve que todavía le quedaba algo de remordimiento por su participación en el proyecto que luego fue utilizado para matar a miles de personas.
La idea era que las personas miraran, en algo parecido a un televisor blanco y negro, un punto brillante que se movía de un lado para otro. Los controles con botones y diales que rotaban permitían mover a la supuesta raqueta virtual. Lejos de lo que hoy permite la Wii al jugar al tenis, sin embargo en este hoy prehistórico juego era posible elegir uno de los dos lados para jugar, definir la altura de la red y hasta la longitud de la cancha. Y no se trataba de que la pelota pasara siempre, sino que hasta podía quedarse en la red si el saque no era bueno. El éxito fue inmediato.
Pero Higinbotham jamás imaginó que había dado el puntapié inicial para una completa y desarrollada industria, que actualmente recauda miles de millones de dólares en todo el mundo. Ah, y además, no patentó la idea (lo hizo Atari en 1972 con el nombre de Pong). Descuidado como muchos genios, se perdió la oportunidad de convertirse en multimillonario, algo que tal vez tampoco le pasó por su ingenioso cerebro.