Es viernes. Son las nueve cero dos y acaba de empezar el último show de la historia de Soda Stereo. Suena Juegos de seducción, hay olor a porro. Sólo quedan tres horas y veinte para que la banda que amagó con dejar de tocar allá por septiembre de 1997, se baje del escenario. Y esta vez, se supone que es en serio.
Soló doscientos minutos. El pibe de remera azul parece estar seguro de que es en serio. Levanta el celular y filma. No mira el escenario: mira la pantallita de su teléfono que reproduce el recital; como si para él, archivar la imagen fuera más importante que disfrutar del espectáculo.
"Me verás volver" fue el lema de la gira. Y volvieron: se presentaron en Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, Panamá, México y Estados Unidos. Tocaron para 1 millón 62 mil personas. Hicieron seis River: récord histórico. Te llevaré, abrázame, éste es el juego de seducción. Atrás de Cerati, en tres pantallas de cinco metros de altura, una pelota blanca rebota insistentemente.
Hay más de 65.000 personas Muchas filman, graban, sacan fotos. Los brazos están arriba y sostienen los celulares. Es la última vez y, como sea, hay que conservarla. "Si no fuera por", "Imágenes retro", "Texturas", "Hombre al agua", "La ciudad de la furia", "Picnic en el 4to B" y una versión increíble de "La cúpula" con la percusionista Andrea Alvarez y el guitarrista Carlos Alomar, productor del disco Doble Vida, que voló desde Miami para tocar en el recital.
Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa. Y mientras canta Zoom, Cerati saca una cámara digital y fotografía al público. El también va a poder decir "yo estuve ahí".
Como en el resto de la gira, la puesta de luces y el escenario, a cargo de Martin Phillips que trabajó con Daft Punk y U2, son un show aparte. En las tres pantallas se suceden formas luminosas, líneas que se entrecruzan, objetos brillantes: magia psicodélica. Una especie de protector de pantalla de vanguardia; demasiado bueno como para ser de windows.
Y hay más invitados: Gillespie, Fabián "Zorrito" Von Quintiero, y Richard Coleman. "Está la luna pero faltan las estrellas dice Cerati. Creo que todos somos estrellas: préndanlos". Y miles de personas levantan sus celulares. River es un estadio de luciérnagas rockeras. Un pibe alto, rulos y anteojos, habla por teléfono. Le cuenta a su interlocutor que está en el último recital del grupo, que se compró una remera bastante buena. "Pará, pará. Te tengo que dejar", comenta, corta y estira el brazo. Levanta el celular lo más que puede. Al lado de él, un gordo se queja de que le robaron.
Faltan cincuenta minutos para el final. Suena "De música ligera". Cerati y Bosio se acercan a Alberti y juegan a tocarle la batería. Charly los mira sorprendido. Termina el tema. Ellos salen de escena. Las luces se apagan. En las tres pantallas, el logo amarillo con la flecha circular gira sobre su eje.
Final falso. Se sabe. Nadie cree que el recital haya terminado. "Volveremos, volveremos, volveremos otra vez, volveremo a ver a Soda, como la primera vez", corean algunos. El cántico, no muy ocurrente, se torna verosímil. Gustavo, Charly y Zeta reaparecen en el escenario. Toca tres temas más: "Disco Eterno","Cae el sol" y "Prófugos". Y se vuelven a ir.
Otro final falso. Un minuto de luces apagadas, el histeriqueo del rock Y más temas. "Terapia de amor intensivo" y "Nada personal". "Se habló de plata, se habló de muchas cosas. Pero esta vuelta se trató, sobre todo, de música. Y el éxito fue recomponer nuestra relación interna", comenta Cerati, emocionado.
¿Hasta cuándo seguirán estas canciones? "Vitamina" es la última. Ahora sí. Los músicos dejan el escenario. Se supone que es en serio. Un grupo de chicas trata de generar un "no se va, no se va, Soda no se va" masivo, pero las luces se encienden y ellas dejan de cantar. Un flaco rubio se les acerca. "Me parece que se fueron de verdad, eh", dice como triste mientras camina hacia la salida.