Colonia, mediados del siglo XX. Una mujer, un hombre, un probable intercambio de sexo por dinero. No se ven las caras. Ese ocultamiento, la penumbra que borronea los cuerpos, la vulnerabilidad de la prostituta: la espera de algo horrible por venir domina los primeros minutos de Imperio -Inland Empire-, la nueva película de David Lynch que se estrena el jueves. Mientras la pareja asciende hacia el piso del hotel donde está su cuarto, se escucha: "La escalera está muy oscura". Si fuera lo único oscuro.
Por falta de una distribución masiva en los Estados Unidos, Lynch preestrenó Inland Empire en el Walter Reade Theatre del Lincoln Center, en Nueva York, a fines de 2006. Llevaba un traje gris, el pelo canoso fijo -salvo por un rulo- hacia arriba y atrás, una corbata. Subió al escenario y pronunció seis palabras: "Primero, una breve improvisación de trompeta". Y eso sucedió, con el director respetuosamente parado a un costado del músico. El público escuchó y aplaudió desconcertado. A continuación, Lynch se retiró con el trompetista. Las luces se apagaron y la pantalla se iluminó con asombros mayores.
La nueva obra del director de El hombre elefante y Terciopelo azul, el creador de la serie Twin Peaks, en algún sentido profundiza el rumbo de El camino de los sueños, la anterior. Acaso represente de modo literal el "imperio interior" de Lynch, sirva un destilado de su creatividad cinematográfica. Imperio puede parecer impenetrable y como tal una bofetada en la cara del distraído que vio luz y entró a la sala o se puede mirar casi escena por escena, como si cada una fuera una ventana a un episodio dentro del inconsciente. Pero acaso lo mejor comience cuando la película termina: sus imágenes aparecen caprichosamente en la memoria, fuertes, tenaces, recurrentes. Ya no importa qué se entiende. Sólo importa que conecte -y conecta: no sólo la razón se usa al ver cine- con el espectador.
"¿De qué se trata Imperio?, le preguntaron luego de la proyección, cuando se sentó y habló parcamente junto a Laura Dern y Justin Theroux, los protagonistas. La pregunta no lo desanimó ni le puso en la cara una sonrisa conmiserativa. Dijo:
-Hay gente a la que le gustan las películas que se entienden y hay gente a la que le gustan las películas que dejan espacio para que el espectador sueñe. A mí me gustan las que permiten soñar. La comprensión intelectual no tiene más importancia que la posibilidad de sumergirse en cada escena separadamente. Me encanta enamorarme de una idea y ver cómo se transforma en cine, qué va haciendo con esa idea el proceso de filmación.
Como dice el afiche de Imperio, Nikki es una mujer en problemas. En eso se afirmó Lynch cuando insistieron con la pregunta por el sentido:
¿Pero no puede explicar un poco qué quiso hacer?
Es una película sobre una mujer en problemas y es un misterio.
Como en un sueño
Cuando comenzó a filmar, en 2004, Lynch carecía de título y había escrito sólo seis escenas. "No sabía hacia dónde iba. Avancé a medida que trabajábamos. Cada película es la exploración de un mundo nuevo, de lo desconocido, y esa exploración es intuitiva. Un día estaba hablando con Laura (Dern) y me contó que su novio, su actual marido, era de Inland Empire, un lugar al sur de California. Ella siguió hablando pero yo no la escuché más y a los pocos minutos la interrumpí: ¡Ese es el título de la película! . Curiosamente, al poco tiempo mi hermano encontró, haciendo limpieza en nuestra casa de infancia, en Montana, una libreta llena de polvo. La abrió y vio que era mi cuaderno de dibujo de los cinco años. Yo le había puesto un nombre: Inland Empire."
La línea de fondo de Imperio -débilmente narrativa como los sueños, que de pronto se tuercen; pero tampoco del todo onírica, sino sembrada de rumbos lógicos- sigue a una mujer de buena posición económica, Nikki Grace (Dern), quien intenta recuperar su alicaída carrera de actriz. Se llega allí desde la apertura en la oscura escalera del hotel en Polonia por un curioso camino: del cine a la televisión y de regreso al cine. En el mismo cuarto, décadas después, una mujer llora mientras mira una serie sobre tres conejos-humanos; luego otra emisión muestra a Grace Zabriskie (la Sarah Palmer de Twin Peaks) caminando a paso acelerado por una vereda; de pronto la historia vuelve a la narración principal de Imperio: la mujer ha llegado a su destino, una mansión. Toca el timbre.
La recibe Nikki, quien espera que su agente le diga si la han aceptado para el protagónico de una película, On High With Blue Tomorrows, bajo la dirección de Kingsley Stewart (Jeremy Irons) y con Devon Berk (Theroux) en el coprotagónico. En un inglés con acento del Este de Europa la visitante le profetiza que obtendrá el papel. Como Louise Bonner, el personaje de Lee Grant en El camino de los sueños, la vecina inquietante ve el futuro. Agrega que la película será sobre infidelidad y muerte y que el marido de Nikki, sin ser actor, no quedará al margen.
"Si hoy fuera mañana, estarías sentada allí": en el sillón donde la mujer señala, Nikki se ve a sí misma recibiendo la noticia de su aceptación. Algo ha pasado con el tiempo. Y con la visitante, que ahora vaticina: "¡Crimen brutal! ¡Crimen brutal!". Nikki parece preguntarse si no será mejor morir horriblemente que seguir tomando café con la señora que chilla. Y ése es solamente el comienzo de sus problemas.