El artista
Al tocar el timbre de Ricardo Becher hay que ser insistente. Porque, más allá de que cuenta 76 años, Danny Tenaglia puede estar sonando al taco en su departamento. "Me lo regaló un amigo" -al disco-, cuenta, y que le gusta escucharlo cuando escribe, mientras mueve la cabeza al ritmo de los beats. Becher (que se pronuncia Bejer) también escucha Radiohead, se confiesa fan absoluto de Nine Inch Nails pero es en esencia un director de cine. Perteneció a la denominada Generación del 60 y a fines de esa década filmó , una película que "aúna el espíritu de la nouvelle vague con el beatnik". Después llegó una serie de cortometrajes, varias novelas y sobre todo la creación, como profesor de la Universidad del Cine, de una estética paticular en video que se transformó en movimiento: el Neoexpresionismo Digital. "Estaba harto del realismo de la imagen, el realismo Kodak que le llamo, porque ni siquiera entendemos lo que es la realidad", explica el co-director de , la película que .
Becher filma con una cámara de video. Le dicen el representante de Sony, los militantes del fílmico. Él les responde que se está muriendo. "El fílmico es el soporte del siglo XX y ya estamos en el XXI", resuelve y agrega: "En realidad ya no deberíamos hablar de video sino de cine digital, porque el cine no es el soporte". Además, revela que el Adobe Premiere de la PC de su commpañero en la dirección -Tomás Larrinaga, 26 años- fue suficiente para la edición, mientras aporta más datos: en la última edición del Festival de Cannes nada menos que George Lucas hizo instalar una pantalla para proyectar sus películas filmadas en el soporte que los puristas llaman bastardo.
Mito religioso
El no mataba, robaba para ayudar a la gente. Una especie de Robin Hood correntino que en la época de Rosas, cuando las luchas entre celestes y colorados se extendieron por todo el territorio, se hizo desertor del ejército porque el ñande yare -un mito guaraní- le advirtió que no era bueno derramar la sangre de los hermanos y se dedicó a cuatrerismo. Perseguido y finalmente atrapado -todo según la leyenda, no hay historia escrita- le advierte al soldado que lo estaba por degollar que su hijo iba a enfermar y que debía invocarlo, porque "la sangre inocente derramada obra milagros". Así relata el propio director, sentado en su mesa de trabajo, el origen de este mito que se extendió hasta tener santuario y fiesta nacional muy convocante. Y varios documentales sobre la devoción que genera.
Gauchito moderno
Pero fue una ficción que "trae el mito al presente" lo que eligió, y no un documental para contar esta historia que -en definitiva- es una película de acción. "Porque ya se han hecho y van a lo elemental, que se capta con el intelecto y la idea es perforar la realidad a través de la ficción", explica. Aunque devela una trampa narrativa. La trama cuenta la historia de una banda urbana de este tiempo, cuyo jefe "El Gauchito" es devoto de Antonio Gil, que repite la delincuencia justiciera de su devoción. La ficción los cruza con un grupo de documentalistas que registran la festividad: "si hay documentalistas significa que es verdad", cuenta divertido el director. Que insiste en su motivación fue reivindicar la inocencia de la marginalidad y la realización, otro milagro: "esta película se hizo porque el Gauchito quiso que se hiciera", como reza la oración del Gauchito ("...y cumpliré mi promesa y ante dios te haré ver").