La educación de los hijos es una de las preocupaciones centrales de los padres. En relación a dicha temática, Zaira Nara (30) aprovechó la entrevista que le estaba haciendo, junto al Chino Leunis, a Alejandra Libenson, una especialista en educación, crianza y vínculo, en Morfi, todos a la mesa, para contar un episodio que vivió recientemente con su hija, Malaika (3), fruto de su amor con Jakob von Plessen, en la que le quiso marcar un límite y le dolió la reacción de la menor.
"Esto me pasó ayer, volviendo del programa, fui a buscar a mi hija al jardín y ella llega a casa disfrazada de Pascuas y con una canastita llena de chocolates, que le habían regalado. Eran las doce y cuarto y ella antes de almorzar quería devorarse todos los chocolates, como haría cualquier niño. Mi nena tiene 3 años", comenzó contándole Zaira a la especialista, para luego poder pedirle ayuda.
"Mali antes de almorzar quería comer chocolate y le dije que lo comiera después de almorzar. Me revoleó el plato y me dijo: '¡Sos mala! No voy a comer'...".
"Entonces, yo le dije: 'No, Mali, tenés que almorzar. Primer comemos y después, de postre, te comés uno de los huevitos". Y ella: 'No, mamá, no voy a comer. ¡Quiero huevito, quiero huevito!'. A la tercera vez que le digo (que coma), ella me revolea el plato para adelante y me dice: 'Mamá, ¡sos mala! No voy a comer'. Y como mamá, ella es una piojita, pero te duele el ‘mala’ de tu hijo. Como madre, te toca el corazón. Uno no sabe para dónde disparar. No sabés si ceder o ponerte firme", concluyó Nara, la situación hogareña que había vivido el día anterior con su niña.
Atenta a su relato, Alejandra Libenson le fundamentó la reacción de Malaika: "Fundamentalmente, no lo tomes como algo personal. Cuando un chico te dice 'mala' es un 'no me gusta que me digas lo que tengo que hacer'. Los niños son pequeños tiranos, de alguna manera, porque su afectividad es tener ganas de hacer todo, tienen curiosidad natural, quieren todo ahora y ya. Pero cuando vos le marcás un límite, demorás algo que quieren hacer, a ellos les duele mucho y utilizan los peores recursos para que esa mamá se sienta en deuda, que tiene que compensar algo para que la vuelva a querer. Los papás muchas veces tienen miedo de poner un límite porque tienen como fantasía el miedo de perder el amor de sus hijos".
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