La modesta casa en la que Lizy Tagliani se crió en Adrogué era un fuerte impenetrable, su lugar de contención. Bastaba cerrar aquel portón celeste, de tejido endeble y raído, para que nada malo pudiera pasarle. Para que las cargadas y los hirientes gritos de “travesti” se disolvieran en un abrazo inabarcable de su madre, Celestina Gallardo.
Parada frente a un espejo, Lizy admira el increíble cambio que se despliega ante sus ojos. Esa extraña sensación astillada en su interior comienza abrirse poco a poco para reconocerse a sí misma. Para construir su identidad. Tiene 13 años, está en la casa de una amiga y se acaba de vestir como nena por primera vez.
“Desde los 7 que siempre me comporté como una chica y mi familia me trataba como una nena, sin ningún tipo de problema. Siempre viví como quise”, confiesa en una charla mano a mano con Ciudad, antes de su debut como conductora en El precio justo, por la pantalla de Telefe (de lunes a viernes a las 11.30).
"A los 13 ya me vestí con ropa de chica y viví siempre como quise. Mi familia me trataba como una nena, sin ningún tipo de problema. La única ropa masculina que usaba era para ir al colegio".
Pero este presente de éxito -que incluye hasta un Martín Fierro de Radio- es el resultado de un largo y doloroso camino. La historia de Lizy comenzó 48 años atrás en Resistencia, capital del Chaco, un 12 de septiembre de 1970. Resta decir, en una Argentina y un mundo muy distintos a los de hoy. Para los primeros días de octubre, la joven Celestina había tomado las pocas pertenencias que podía llamar suyas y a Luis, su bebé recién nacido, para forjarse un futuro en Buenos Aires.
Con valentía, renunció a su historia, a sus cuadras y a su vida para evitar la mirada prejuiciosa por ser una madre soltera. Para no separarse de su hijo porque “si eras una mujer sin marido, a tu bebé lo regalabas; o te criaba tu abuela haciéndose pasar por tu mamá”. Y ella quiso ser su madre y, para eso, dejó todo.
La infancia de Lizy estuvo plagada de carencias materiales, pero nunca de amor. Recién conoció lo que era una 'ducha' a los 7 años porque hasta entonces se bañaba con una lata de aceite de cinco litros que su madre calentaba. A pesar de las adversidades, jamás perdió el humor ni la capacidad de reírse de sí misma, rasgo que heredó de Celestina y que la convirtió en una estrella al alcance del gran público.

“Creo que la gente me quiere por mi historia de vida. Supongo que también por la honestidad, porque tengo valores inculcados por mi familia muy marcados y eso se nota. Que haya llegado adonde llegué, eso quedó en la gente; y siempre me remarcan eso, que no cambie nunca, que mantenga la humildad y no me olvide de dónde vengo”, comenta Tagliani, quien no puede evitar emocionarse cada vez que recuerda a su madre, fallecida a fines de 2011.
El amor le llegó por primera vez a los 13 años. Lizy se había hecho unas lolas con unas medias en las que ponía piedritas y, en un viaje en tren, conoció a Alejandro, un chico de Banfield. El último andén de la estación Remedios de Escalada, de la línea Roca, fue su refugio de enamorados. Para aquel entonces, Lizy ya se vestía como mujer en todo momento salvo para ir al colegio, donde tenía prohibido manifestar su verdadero ser. Y, a los 16, un hecho la marcó de una vez y para siempre. Ese día, asegura, se sintió aceptada.
Su padre del corazón, Jorge Tagliani -quien compartió 26 años con su mamá y murió en septiembre pasado, un día después del cumpleaños de Lizy - la encontró en la cola de un boliche de zona sur. "Si te querés vestir de mujer, vos me avisás y yo te compro la ropa. No quiero que uses nada prestado ni que te cambies en la casa de tus amigas", le dijo. Incluso, hasta le hizo unas bolsitas con mijo para que Lizy usara de relleno en sus corpiños.
"Si mi ejemplo puede servir para alguien, bienvenido sea. Pero yo no trabajo para la lucha, hay gente que nace con esa fuerza. No hay que exigirle a todo el mundo el mismo temperamento ni la misma lucha".
-¿Cómo vivió tu familia tu trasformación?
-A los 13 ya me vestí con ropa de chica y viví siempre como quise. Mi familia me trataba como una nena, sin ningún tipo de problema. Algunas cosas las tuve que respetar más porque no estaba la ley de identidad de género: la única ropa masculina que usaba era para ir al colegio. Yo nunca me cambié el DNI, no dejaba de ser Luisito, pero me comportaba como una niña y la gente me trataba como a una niña.
-¿Sentís que llevás un estandarte?
-No, para nada, ni nunca permito que me corran con eso. Yo todo lo que pueda hacer al alcance de mi mano, lo voy a hacer. Trato de dejar lo mejor de mí, soy una mina laburadora, que va al frente. Si mi ejemplo puede servir de algo para alguien, bienvenido sea. Pero yo no trabajo para la lucha, hay gente que nace con esa fuerza. Yo soy de las que piensan que no hay que exigirle a todo el mundo el mismo temperamento ni la misma lucha.

-Al ser una persona pública, es un poco inevitable que te tomen de referencia.
-El otro día hablaba con mis amigas en un grupo de mujeres trans en el que nos acompañamos con cuestiones de la transexualidad. ¡Como la revista Cosmo para las trans, jajaja! En fin, les decía ‘la que tiene esa fuerza y esa militancia, siempre la voy a apoyar, pero no me pidan a mí porque no está en mi personalidad’.
-La adolescencia suele ser una etapa de conflictos, en general. Calculo que para vos debe haber sido más difícil. ¿Te quedaron heridas por procesar?
-No, todas mis heridas fueron más como raspones. Son imperceptibles porque mi familia me apoyó. Nunca me corté profundo, siendo metafórica. Fueron pequeños raspones que tuvieron que ver con lo cotidiano. La adolescencia sí la padecí un poco más porque empezaba el despertar sexual y mis amigas se enamoraban de chicos. Se iban a tomar un helado, al cine, se daban un beso y se tomaban de la mano. Mi iniciación sexual pretendía ser diferente y no lo permití porque yo quería que fuera como la de mis amigas. ‘Hasta que no venga uno que me lleve de la mano, no me va a tocar un pelo’, decía. Y después comprendí de grande que me iba a quedar para vestir santos y tuve que ceder, pero ya fue como a los 18. Pero no fue tan trascendente para mí, tampoco me lastimó tanto.
"La adolescencia la padecí porque mi iniciación sexual pretendía ser diferente y no lo permití porque yo quería que fuera como la de mis amigas. ‘Hasta que no venga uno que me lleve de la mano, no me va a tocar un pelo’, decía. Después comprendí que me iba a quedar para vestir santos y tuve que ceder".
-¿Y hoy estás en pareja?
-Actualmente… en realidad estoy sola, pero tengo donde rascarme la espalda, ja ja ja. También estoy más grande, tengo otras prioridades y, a mi edad, es más libre. Siempre desde el respeto porque conmigo nada de infidelidad. Si estás conmigo, estás conmigo. Más libre en el sentido de cada uno en su casa, con sus tiempos.
-Entonces hay un candidato titular.
-Sí, sí, sí, yo solamente juego con titulares, nunca tengo suplentes, ja ja ja. De chica, tampoco. Primero le firmo el pase para otro club y recién ahí llamo a otro jugador.






Fotos: gentileza álbum personal Lizy Tagliani.