El millonario llegó al Luna Park como cualquier hijo de vecino, pero no de cualquier vecino. Fue a eso de las 15 horas y lo hizo acompañado de un único guardaespaladas –Dani “la muerte”- y de su pintadísima novia Érika.
Lo maravilloso del caso es que en medio del despelote típico de esta clase de eventos, el chocolatero tuvo que ceder ante la ocasión y dejó -al costado- el ego impresionante que lo acompaña. Esperó. Bah. Lo tuvieron ahí... esperando bastante rato.
Más tarde le dieron la remera, se la puso, después vino la demagogia de los 200 mil pesitos, pero se ve que anoche Unicef pudo con lo imposible: hacer que el tipo se baje del caballo... sólo por anoche, sólo por los chicos...