A lo largo de tres películas y 25 años la saga Terminator nos mostró breves escenas de un futuro posnuclear en el que las máquinas controlaban el mundo y los pocos humanos sobrevivientes trataban de resistir al mando de John Connor. Desde ese futuro, en cada episodio, robots regresaban en el tiempo tratando de asesinarlo: antes de nacer en la primera, de preadolescente en la segunda y con 18/19 años en la tercera. Y no lograban hacerlo. En Terminator, la salvación, el futuro finalmente llega para instalarse, ya que la acción transcurre en 2018. Y da la sensación de que era preferible como antes, cuando uno podía husmearlo por unos segundos.
El cuarto episodio es una película de acción post-apocalíptica que remite menos a la propia saga Terminator que a una serie de influencias: un poco Transformers, otro Mad Max y una similar relación con su propia historia como la que Matrix recargado tenía respecto a la original. Aquí, en lugar de una historia de persecución plagada de juegos temporales, hay una serie de tramas paralelas (más confusas que complejas), un combo acción/persecución/guerra, y un apenas esbozado conflicto dramático entre hombres y máquinas. O, digámoslo en términos usados en este género de Blade Runner a esta parte: "¿Qué es lo que nos hace humanos?"
Las innovaciones más interesantes de la cuarta Terminator son dos y ninguna tiene que ver con Christian Bale, quien en su papel de Connor no hace mucho más que tratar de entender en qué se diferencia su presente con el que le anticiparon los anteriores viajeros en el tiempo y su propia madre, la ya mítica Sarah Connor. Su misión es destruir a Skynet. Pero no puede hacerlo de cualquier manera: por esas paradojas del viaje en el tiempo, destruir Skynet podría implicar destruirse a sí mismo.
Las innovaciones vienen por el lado de un tal Marcus (el australiano Sam Worthington, igualito al cantante de Catupecu Machu y figura en ascenso ya que protagoniza Avatar, de James Cameron), un condenado a muerte en 2003 que reaparece sin saber cómo en 2018 y termina topándose con Connor. Y por la aparición de un adolescente Kyle Reese, que será (o fue, ¿?) el padre de John Connor.
Para los fans de la saga, La salvación tiene sus elementos de interés: atar cabos, conectar puntos, seguir la evolución de personajes. Para ellos, sin embargo y salvo por un simpático y digital cameo faltará Schwarzenegger, cuya presencia daba un particular encanto a los anteriores filmes, en especial a los dos dirigidos por Cameron.
Los que se sumen por primera vez aquí al universo Terminator la tendrán difícil: es cómo tratar de entender Lost empezando por la quinta temporada. Ellos deberán contentarse con el sonido y la furia, con la armadura metálica en forma de filme que dirigió McG, diferenciando modelos de "Terminators" y sus máquinas poderosas (los T- 600, los T-800, los Motorterminators, los Hydrobots, los Hunter-killers) como si fueran clones de Transformers y poco más.
La salvación es un filme que en lugar de latir, transpira, y en vez de vibrar, corre. Sin ser del todo una decepción tiene una serie de buenas escenas de acción, es una película que entretiene por un rato pero termina por agotar al espectador. Al punto que ante la promesa de I ll be back (Volveré) dicha por ahí, uno piensa: ¿Hará falta?-