La crisis económica mundial afecta a todos. Y la industria televisiva estadounidense no es la excepción a la regla. ¿Cómo reaccionan las grandes cadenas? Igual que cualquier otro sector productivo: pensando bien antes de desembolsar la millonada de dólares que demandan las realizaciones televisivas, para que el dinero no termine siendo un gasto en vez de una inversión. En ese marco, hay un género que les resulta rendidor: las series médicas.
Adoradas por el público, bendecidas en las entregas de premios y cuestionadas por algunos profesionales de la salud, se multiplican aceleradamente en la pantalla chica: Dr. House, Grey s Anatomy, Private Practice, Scrubs, ER y Nip/Tuck y la de más reciente estreno, Mental (ver Una guía...).
Un dato confirma la pasión global por los dramas médicos: Dr. House fue consagrada como "la serie más vista del planeta" con 81,1 millones de espectadores durante 2008, según datos revelados por Eurodata. A ese género rendidor apuesta Mental, la primera serie para el mercado estadounidense hecha en América Latina. Grabada en Fox Telecolombia, con productores y técnicos locales, la ficción transcurre en un hospital de salud mental. La trama gira en torno al joven y poco ortodoxo psiquiatra Jack Gallagher (Chris Vance, ex Prison Break), que desembarca como nuevo director del centro médico y pone en jaque a sus colegas. Allí donde ellos ven una enfermedad y recetan un medicamento, Gallagher ve un ser humano que sufre y apela, antes que nada, a comprenderlo.
"El género médico es un género seguro", dice Emiliano Saccone, directivo de Fox International Channels, en diálogo telefónico con Clarín desde Los Angeles. Según afirma, con Mental Fox no ambiciona generar un fenómeno equivalente al de House ni que el ciclo se convierta en la próxima ER, que lanzó al estrellato a George Clooney. Pero confían en que será exitosa "porque las series médicas vienen con fórmulas probadas y, además, Mental tiene la originalidad de abordar el tema de los enfermos psiquiátricos".
Extraño objeto es el drama médico, capaz de dar seguridad en el incierto universo de la TV. ¿Cómo se explica el fenómeno? "El género médico es muy tradicional en los Estados Unidos y sigue fascinando al público", responde Saccone. "Su gran atractivo reside en que los guiones elevan a personas normales al plano de héroe. Eso despierta identificación en la audiencia, la sensación de que cualquiera que esté comprometido con su oficio está realizando una tarea heroica. A los americanos les gusta que se idolatre a la gente común. Además, la cultura americana basada en el tú puedes ama a los superhéroes; al americano medio le gusta creer que en caso de dificultad, siempre habrá otro americano dispuesto a salvarlo, se llame Obama o House".
Según explica el directivo de Fox International Channels, la TV norteamericana considera que una serie es realmente exitosa cuando completa cuatro temporadas con muy buenos niveles de audiencia. "Lost y Heroes son ejemplo de dos productos originales y de altísima calidad que al principio consiguieron alto rating y que lue go, fueron perdiéndolo", comenta. "Eso no suele suceder con los dramas médicos. La diferencia está en que Lost y Heroes tienen guiones complejos y son muy serializadas, es decir, que si el televidente se pierde uno o dos capítulos ya no puede seguir la trama. Las series médicas, en cambio, pueden ser vistas de vez en cuando sin perder el hilo, porque además de las relaciones entre los profesionales del hospital le dedican un espacio importante al caso del paciente, una historia que generalmente comienza y termina en el mismo episodio".
Ese detalle es tenido muy en cuenta por la industria televisiva: "la gente vive en medio del vértigo y ya no tiene tiempo para seguir un programa semanalmente durante cuatro años". Y agrega: "Para evitar que las audiencias se erosionen hay que contar historias en las que el espectador pueda entrar y salir cuando quiera. Las series que mejor se adaptan a esa necesidad son las de médicos y las de abogados".
El éxito internacional de las series médicas encendió la polémica en relación a los efectos que podrían tener en la vida real. En España, la Organización Médica Colegial (OMC) se dedicó a analizarlas y terminó poniendo el grito en el cielo. "Los seriales no pueden crear falsas expectativas en los pacientes", afirmó la entidad, y consideró que "deberían ser más realistas: más ancianos y menos niños, adolescentes y jóvenes en hospitales, menos exploraciones sofisticadas, menos recuperaciones milagrosas, menos tratamientos experimentales. La promoción de tratamientos innecesarios aumenta el gasto sanitario y el despilfarro de recursos".
El diario El País consultó entonces al médico Juan Algarra, quien estaba en posición privilegiada para opinar dado su doble oficio: ejerce su profesión en el sector de urgencias del Hospital Clínico de Madrid y es guionista de Hospital Central, la serie de Tele 5. Algarra admitió la distancia entre la realidad hospitalaria y lo que exhiben las ficciones, pero defendió la necesidad de que así sea: "Si las series reflejaran exactamente lo que pasa en un hospital serían muy aburridas. La mayoría de los pacientes que van a urgencias son enfermos crónicos, pacientes mayores con múltiples patologías, y sus historias no tienen el menor interés. Las series tienen que atraer al público, y si sacáramos eso, nadie las vería", afirmó. "Buscamos enfermedades excepcionales y que evolucionen en ocho horas, que es el tiempo que se supone que transcurre en un capítulo. Y en ocho horas, en urgencias, no pasa prácticamente nada".
En Bélgica, un grupo de científicos investigó durante tres años los hábitos de los adolescentes en materia de consumo televisivo. Según dijeron al presentar el trabajo en la Sociedad Británica de Psicología en Bath, conforme a las 1.300 encuestas que realizaron, "el nivel de temor ante las enfermedades creció un 10% en los adolescentes después de una dieta de programas hospitalarios. Las mujeres parecieron más afectadas que los hombres".
Sin embargo, hay profesionales de la salud que relativizan la influencia de las series en la generación de esos miedos. En declaraciones a BBC Mundo, Cynthia McVey, jefa del departamento de Psicología de la Universidad de Glasgow, Escocia, advirtió que "también está la posibilidad de que los adolescentes tengan ya una fascinación morbosa por estos temas y por eso miren los telenovelas médicas, por eso la investigación no prueba necesariamente que los programas son los que causan el problema".
Para la industria televisiva estadounidense, los dramas médicos resultan un negocio redondo. Emiliano Saccone, de Fox, lo explica en estos términos: "Esas series son costo-eficientes, en la medida en que son prácticas de producir: la mayoría de las escenas transcurren en el hospital, que es un decorado interior. Casos como el de Chicago Hope (protagonizada por Mandi Patikin en los 90), que incluía escenas en exteriores, es verdaderamente excepcional". Además, Saccone señala que son fácilmente exportables, un tema que desvela a los productores, ya que "fruto de la crisis y de la migración de parte de la audiencia de la TV abierta al cable, para recuperar los costos los canales tienen que pensar en ficciones que no sólo funcionen en los Estados Unidos, sino que puedan ser vendidas a otros países".
Y, claro, las historias de médicos y enfermos son universales. Tanto como el deseo de que haya alguien capaz de salvar nuestros tesoros más preciados: la vida y la salud.