A tres años de La lengua popular , con sus vastas, capitales Obras incompletas de por medio, Andrés Calamaro -un Andrés Calamaro ya muy alejado de las sesiones camboyanas , aunque no domesticado- regresa en gran forma. Ante todo, versátil: lo que puede comprobarse en el álbum entero -plagado de invitados impecablemente integrados- o en cada una de las nuevas canciones. La impronta general calamaresca se mantiene intacta: esa forma de crear música(s) combinando melancólica elegancia y ductilidad inagotable, lirismo desgarrado y potencia pegadiza. No importa el género (y este disco contiene desde rock metálico hasta cumbia): Calamaro -talentoso hacedor de melodías- logra la magia de que todo suene atractivo; delicado y popular: un artista esencial en la madurez de su carrera.
On the Rock abre con dos temas bellísimos.
Barcos , una rumba sutil, climática, sugerente, con El Cigala y el Niño Josele completando un tridente melancólico. Y una letra que alude a la amistad y a la fugacidad de todo encuentro/desencuentro sentimental: "Dos barcos que se cruzan en el mar/y en el puerto final". La segunda joya es Te extraño , bolero en el que, en medio del doloroso romanticismo, irrumpe la voz de Langui (líder de la banda madrileña La Excepción) rapeando versos propios. Este terso, disfrutable comienzo -nunca demagógico, nunca aséptico- le da lugar a Pasodoble de los amigos ausentes (una de las obsesiones de Calamaro), que más que pasodoble es el primer rock del CD, que trae 12 canciones + 2 bonus tracks y, en la edición especial digipack, otro disco con 4 remezclas y 2 temas inéditos.
Tras el heterogéneo comienzo, dos canciones que funcionan en tándem. Canciones de verano. Canciones de antiverano. O mejor: de verano percibido no desde la leve festividad playera sino desde la soledad de una ciudad desierta. En Todos se van , con Claudio Gabis en guitarra, Calamaro juega con el poético intento de unir los pedazos rotos del espejo interior , lírica que admitió envidiarle a Miguel Abuelo en Honestidad brutal . Los divinos tiene una melodía más pop, menos triste. Su letra sí transmite desasosiego. En la primera estrofa, Calamaro juega con elementos de Media Verónica.
"Cuando el cántaro se rompe/y no hay monedas en la fuente/cuando uno se despierta/y ya no es indiferente/Y no existen los destinos/ni siquiera los divinos/desafinan los metales/sin principios ni finales".
Le sigue la potente, eléctrica, Flor de samurai , cuya letra tiene elementos políticos crípticos, como Gomontonera . El séptimo tema, Insoportablemente cruel , combina la trompeta de Jerry González, el jazz contemporáneo y la música urbana latina de Calle 13. Empieza con el desgarro por el abandono de una mujer -otro clásico de Calamaro- y luego se torna cruel, ácido, vengativo. Extraño.
Tres Marías , una cumbia con Vicentico, es la antítesis, con su dulce, clara letra dedicada a Charo, hija de Calamaro, que aparece conversando con él.
Me envenenaste parece stone pero es Rodríguez. Te solté las riendas es una ranchera de José Alfredo Jiménez, interpretada por Calamaro y Enrique Bunbury. El cierre es con El Perro : contundente hit de estadio (lo tocó en Obras en diciembre) en dupla creativa con el Cuino Scornik. En el CD extra se destaca una versión serena, melódica de Vasos vacíos . Un verdadero goce melómano, una celebración ya masiva, como cada buena vuelta de Calamaro.
