Querido periodista, el problema que tengo es que si usted me pregunta si algo que hice fue un sueño más anterior que éste que le voy a contar, le voy a estar mintiendo." A ver, de qué estamos hablando. Se trata de contar un sueño cumplido, pero Alfredo Casero advierte que no puede decir que alguna de las cosas que hizo lo sea. "Detrás de cada cosa realizada hay mucho de azar", dice. "Y más que azar, el karma de cada uno."
Sin embargo, acepta las condiciones. Y la charla se encamina con rumbo claro, pero por huellas sinuosas. "El sueño original de todo esto era -revela- acceder, primeramente, a ganarme la vida haciendo lo que yo pensaba que tenía que hacer bien. Después, poder encontrar lo que yo creía que hacía bien. Y tercero, darme cuenta de que no era un bluf." "Esos eran mis grandes sueños. Mi más grande sueño era saber si yo era o no era un bluf", insiste.
Clarito. Pero no tanto, porque, a medida que el diálogo avanza, se agregan posibilidades. "Mi verdadero sueño, en realidad, el que más claro tenía, era el de poder entrar en la sociedad, y tener allí un lugar en el que la gente escuchara, aunque fuera entre ruidos, la idea que yo tenía del mundo para que el mundo cambiara. Mezclado, muy mezclado con las ganas profundas que tengo de reírme y de hacer reír a los demás, que es una de las cosas que más me gusta hacer. Ese es en realidad mi verdadero sueño." Como sobre el escenario, el artista monologa casi sin respiro. Y piensa. Y como piensa, aparecen nuevas opciones.
El "ascenso" a la noche de los jueves de varieté en el Parakultural. El llamado de Cenderelli para trabajar en la tele. Cha cha cha. "¿Si terminó siendo un sueño cumplido? Sí. Pero los sueños son sueños", se pregunta y se contesta Casero. Y traduce en voz alta lo que se le pasa por la cabeza. "En vez de decir que lo que se dio lo tomo como sueño, no siendo del todo real que eso haya sido un sueño previo a que la vida me lo diera, lo que habría que buscar es cuál de todos los sueños era el sueño madre", propone.
No está mal, así que ahí vamos: "El sueño madre era, en realidad, la posibilidad de comunicación de un pibe callado a trompadas, por un ahogo horroroso que fue la época de los militares. El momento exacto de una criatura que se va convirtiendo en un púber y después en un hombre. Y de limpiar, y de olvidar y de cambiar la forma de hacer humor. Eso fue todo el camino." La cosa va tomando otro color, y la cuestión se va aclarando. Sobre todo cuando agrega que nunca ha tenido un solo sueño. Antes de insistir con el karma. "¿Shimauta? Fue una casualidad, alentada por algo que estaba en mí", simplifica.
Sigamos, entonces, con el sueño madre. O lo que se desprende de él, y hace que la apuesta se redoble: "El gran sueño de mi vida fue ser libre. Y todavía no he podido. El gran sueño de mi vida es poder encontrar la tranquilidad de la contemplación, y todavía no he podido", declama Casero. Y desafía: "El gran sueño de la vida no son los hijos. Los hijos se dan por carácter transitivo al amor."
Con presagios de zozobra, la conversación vuelve a su hilo. Delgado. La comunicación. Las ganas de ser escuchado. "Subíamos a los colectivos con Fabio Alberti y le decíamos a la gente que no les íbamos a vender nada, pero que tenían que ver el programa que hacíamos los miércoles. Un par de veces nos bajaron. Pero la gente adhería", recuerda. Entonces habla de constancia. Y del "pibe" que se ocupó de transcribir en un sitio de Internet todos los capítulos de Cha cha cha.
"Eso se acerca a mi sueño", sentencia. "Todo lo demás fueron pasos que fueron eliminaciones. Cha cha cha no fue mi sueño. Es sólo uno de esos pasos. Lo importante para mí era que alguien me tomara en serio, es que alguien termine de comprender, o haya terminado de comprender que más allá de la gente que hace las cosas, está la idea. Y que la idea mía no era más que curar, mejorar y hacer reír", sigue y no para.
"Cuando estoy en el teatro y veo que ahí está el pibe con problemas, el que se está peleando con la novia, la chica que tiene cáncer, a la que el novio trae dos o tres veces por mes, para cagarse un rato de risa, siento que lo he logrado. Mi gran sueño es ése, y está cumplido. Poder comunicarme con la gente, que me escuchen. Y haberme encontrado a mí mismo", concluye. "Ah, y darme cuenta de si sirvo o no sirvo. Si estoy conforme o no. Pero eso es algo muy íntimo."«
Del under a la televisión
A comienzos de los 90, Alfredo Casero saltó del Parakultural a la tele, con "De la cabeza". Después llegó "Cha Cha Cha", participaciones en tiras de televisión, varios discos y mucho teatro. Actualmente se presenta los viernes y sábados, a las 23.45, en el ND Ateneo (Paraguay 918).