Por más que cada vez sean más los hijos de padres divorciados y las familias ensambladas, cada cual vive ciertos temas a su manera y, según la psicoanalista especializada en Adolescencia Rebeca Hilert, "uno de los problemas que trae el adolescente al consultorio no es cómo pasan las fiestas sino con quién las pasan".
Al hablar acerca de la fragmentación de la familia con respecto a separaciones, divorcios y nuevas uniones, la médica pediatra y psicoanalista Felisa Lambersky de Widder, coordinadora del Departamento de Niños y Adolescentes de la Asociación Psicoanalítica Argentina, agrega que los adolescentes se angustian ante conflictos entre los padres con respecto a estas cuestiones.
"Suelen tener sentimientos de culpa si uno de los padres queda solo y no pueden acompañarlo", dice Lambersky, quien afirma que esta situación "es muy penosa para ellos".
"El problema comenzó a partir de los 14 años, cuando se separaron mis papás", cuenta María de los Ángeles, de 19 años. "A partir de ahí, y siendo la mayor de mis hermanos, me siento obligada a decidir también por ellos y presionada por mis viejos con respecto a esto. Me genera mucha culpa tener que elegir con quien pasar las fiestas. Recién ahora lo estoy superando, pero siempre fue todo un temazo", confiesa.
Por eso también, la mayoría de los jóvenes lo que más espera es el momento posterior a las 12, cuando se van con sus amigos. "Si bien en mi caso no fue conflictivo porque con mi ex marido siempre nos llevamos bien, cuando mis hijos eran chicos, la situación me daba mucha tristeza", dice Marisa, de 43 años, para agregar que "como él tenía una familia numerosa, yo prefería que los chicos compartieron las fiestas con ellos porque sabía que la iban a pasar mejor. Por suerte, nunca hubo tironeos hacia ellos y hoy, siendo adolescentes, les doy la libertad de elegir con quien pasarlas".
En este marco, Hilert habla que cada adolescente transita esta época de manera diferente, "están los que se encierran, melancólicos, que cenan y después se aíslan porque están pasando un mal momento o no tienen con quién salir. Y también los chicos más alegres, que por lo general, salen con sus amigos y se terminan contagiando del clima de euforia que se vive afuera de sus casas", concluye la psicoanalista.