"La novela comienza con el nacimiento simultáneo de Joaquín, hijo liberto de madre esclava, y Valeria, hija blanca de los amos", cuenta Miguel Rosenzvit sobre , su nuevo tíulo, finalista del Premio Planeta. Para el jurado, integrado por los escritores Marcos Aguinis, Marcela Serrano, Osvaldo Bayer y el editor Carlos Revés, la fábula de los negros argentinos era una de las mejores historias del certamen. Continúa Rosenzvit: "Esa misma tarde, tallando su más temprana subjetividad, ambos mamarán de las tetas de Angelita, la negra esclava madre de Joaquín y chocarán las cabezas en su pecho. Esa convivencia, sobre todo luego de la declaración de la libertad de vientres en 1813, es todavía una asignatura pendiente para las letras y la historia". Ronsezvit va del pasado al presente, dando lugar, también, a una antropóloga que investiga el tema.
La novela transita dos épocas. La actual, desde la investigación de la heredera de una casa en Monserrat, y la del siglo XIX, entre los años 1820 y 1871. Apunta el autor que "En esos años, la virulencia del racismo en el Río de la Plata es impactante. El negro esclavo tenía menos valor que el de un perro. Eran demonizados desde los libros y los diarios de las voces oficiales. Tratados como monos y prohibidos en todos lados. Y a pesar de tanta restricción, tanta discriminación fatal, el negro crecía en la inserción social y en su valoración, sobre todo en su valoración como soldado".
¿Qué te llevó a interesarte por los negros argentinos?
La sospecha de que los argumentos de la historia oficial que explican la supuesta desaparición de los negros en Buenos Aires eran falsos o en el mejor de los casos verdaderos sólo en parte. La frase "los negros eran más suceptibles a las pestes" me sonaba tan capciosa como "al ser fusilada, Camila O Gorman resultó ser muy suceptible a las balas". En un primer acercamiento al tema, el dato más impactante es el demográfico. Según censos oficiales de mediados del siglo xix, más de un tercio de la población de Buenos Aires era negra. Y el porcentaje era aún mayor en el interior.
¿Cuánta investigación hiciste antes de ponerte a escribir?
La investigación llevó unos cinco años. Porque me interesaba reconstruir no sólo los aspectos referentes a los negros sino a la sociedad en general. Desde los sucesos de mayo de 1810 hasta la conformación más o menos definitiva de eso que llamamos la Argentina, hubo medio siglo signado por una violencia atroz: sumadas a las guerras de la Independencia, hubo enfrentamientos armados contra Brasil, contra Uruguay, contra Paraguay, contra las potencias europeas, entre los "civilizadores" y los pueblos originarios, y sobre todo, entre Buenos Aires y las diferentes provincias.
¿Y qué lugar ocupó el negro en esos enfrentamientos?
Una protagónica participación militar. Antes, durante la leva, en el tire y afloje entre los dueños de los esclavos y los reclutadores, porque el esclavo (ahí quedaba de manifiesto) valía mucho y no se lo quería entregar. Y después, la crueldad con que se los abandonaba a su suerte si regresaban heridos o viejos y la exclusión a la que eran marginados tras haber dado su vida por la patria.
Rosenzvit descubrió que hubo cientos de casos de amoríos entre blancas y negros, blancos y negras. Algunos historiadores dicen que la madre de Rivadavia era de origen afro y una investigación realizada por la universidad de Tres de Febrero develó que más de un diez por ciento de la población actual tiene algún ascendiente afroargentino. "El vínculo era de discriminación y también, claro, de atracción. A pesar de la tremenda exclusión, los negros eran talentosísimos. Grandes músicos y bailarines, muy hábiles artesanos, excelentes jinetes", señala el autor.
¿Qué pasaría con el vocablo amistoso "negro" que usamos todos los días, si hubiera más negros entre nosotros?
Seguramente las "aclaraciones" serían más frecuentes. De todos modos, la expresiones "negro de mierda", "no seas negro", y su triste complemento "me refiero a negro de alma, yo racista no soy" están absolutamente instaladas en el discurso cotidiano. Sólo que asociadas más a una clase social que a un color de piel. Más a una distribución geográfica que a una étnica.
Por último, ¿te gustaría ver tu historia en una telenovela con Luisa Kuliok?
Claro. Por supuesto. Y el negro Rada haciendo de Joaquín. Seguramente generaría demasiada ansiedad en el televidente, porque la novela, acaso más que las vicisitudes del amor, explora los límites de la imposibilidad. ¿Hasta dónde puede llegar la restricción y el impedimento en un vínculo deseado, buscado, irrefrenable?