Como en los pocos espacios que el indie conserva para tocar música en vivo, además ahora está prohibido fumar, la cantautora salió a la vereda a presentar su último disco. Todos los viernes de noviembre, "enfrente del lugar donde me gusta tocar y fumarme un pucho".
Juana Chang es una cantautora de esas que gusta de tomar la guitarra y decir, cantando, lo que tiene ganas. Protesta, aunque se vea rubia y angelical. Así, si bien su primer disco encarna el título Agua en el cerebro en la edición europea que llevó de viaje, acá se llamó No me discrimines, soy un cdr, haciendo gala de su edición independiente.
Y ahora va por más. "Tengo un disco nuevo (El camino del indie) y no lo puedo mostrar en ningún lado porque está prohibido que suene una guitarra en los locales. Entonces voy a buscar un espacio... y si la vereda está llena de fumadores, me quedo acá, tocando para ellos", dice la chica que además comanda a The Wookies, la banda que es su otro proyecto musical.
Con la música como arma, todos los viernes de noviembre organizó el Ciclo Fumador! En la esquina de Jean Jaures y Lavalle, a las 23.30 se calza la guitarra, concentra a sus espectadores fieles y ocasionales, a los que fuman y a los que no y comienza su repertorio de queja, que no es más que una selección con sus canciones más acordes a esta situación... "desesperante".
"Lo estoy haciendo frente del bar donde a mí me gustaba tocar, fumarme un pucho y tomarme una cerveza. Y ahora no puedo hacer nada de esto", detalla. Porque Campamento Huno, el reducto-fonda cultural tuvo que adecuarse a las nuevas reglas de la nocturnidad: ya no puede haber música en vivo y el tabaco pasó a ser un jinete más del Apocalipsis. Como tantos otros. En veredas y terrazas, el aire que es libre y gratis parece el lugar adecuado para dejar a ¿todos contentos?
"Una buena parte de lo que yo disfrutaba ya no está, porque no tengo otra forma de conocer la noche que ligada al humo, la risa, el alcohol y el encuentro. Cada vez me perjudican más mi espacio. No soy una fumadora orgullosa: como a cualquier fumador me gustaría dejar pero se están metiendo con la libertad", argumenta. Suma los ejemplos de Uruguay, donde en los recitales "te dejan salir a fumar y volver a entrar sin pagar dos veces la entrada"; y el de Barcelona donde directamente, por impracticable, la ley se levantó.
El viernes pasado, el primer concierto en este vagón fumador sumó a los fans, algunos transeúntes y las miradas de los que pasaban en colectivo. "También hay gente que no se acerca, pasa con cara de a esta chiflada qué le pasa ", cuenta divertida la chica que ya venía curtida de la época en que vivió de tocar en la calle, en México. Y redobla la apuesta: "me gustaría que suceda en todas la esquinas, que salgan todos con la guitarra, que los vecinos se quejen y que digan: pongan un espacio para estos pibes. De esa manera esto va a tener algún sentido".
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