El 27 de marzo, Diana Zurco se despidió del noticiero de La TV Pública donde comenzó a trabajar en 2020, y este domingo visitó Entre nos, donde le contó a Tomás Dente todo lo que tuvo que resignar para poder concretar su sueño de recibirse de locutora nacional en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica).
“Siempre intento mostrar un mensaje de superación y esfuerzo personal, se abrieron puertas para que pueda hacer mi trabajo como comunicadora y eso me pone muy feliz. Sin saberlo, fui la primera locutora trans”, reflexionó Diana, que contó que postergó sus sueños hasta los 32 años.
Los comentarios negativos de las redes afectan demasiado. Hoy en día la comunicación ha cambiado, yo siento que le gané al bullying”, afirmó, Diana, que fue seleccionada entre los 1500 iniciales para pasar a ser parte de los 60 que quedaron en carrera.
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“Me preparé, di el cultural y el de aptitudes, y cuando entré no lo podía creer. Después, sin saberlo, iba a ser la primera locutora trans de la historia en el ISER, pero no lo tenía en la cabeza. Cuando ya estaba terminando el segundo año, uno de mis compañeros me dijo eso, dice ‘¿Vos te diste cuenta, Diana, que vas a ser la primera locutora atrás del ISER?’. Y así fue”, señaló.
Diana señaló que recorre “el camino del esfuerzo”. “En ese tiempo estaba sin trabajo. Yo había trabajado muchos años en una cadena de salones de belleza, era administrativa. Comencé barriendo el cabello de la gente después de cortarse el pelo, sirviendo café, y después me dediqué a la administración y fui recepcionista, cajera y después encargada de salones”, dijo y recordó cómo vivía durante su época de estudios.
“Hacía sándwiches de milanesa para vender en el almacén de mis viejos, comida, empanadas, pizzas, y con eso juntaba las moneditas con las que me pagaba las hojas que imprimía en un cibercafé porque no tenía computadora. La pude tener recién en segundo año de ISER”, agregó.
“Me pagaba el tren, el colectivo, y el chipá. Hace poco conté en otro programa que abajo del ISER había un negocio donde me compraba un chipá para las cuatro horas de clase, con el tecito de la noche. Y ese esfuerzo lo cuento con tanto orgullo y tanta emoción porque postergué mucho tiempo mi sueño”, contó.
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