Primero, aclaro que no era amigo de Jazmín De Grazia. Trabajamos juntos en Animales Sueltos durante 2010 y después nos cruzamos eventualmente en distintos programas. Pero en esos meses intensos pude conocerla bastante.
Siempre era divertido charlar con ella. Siempre tenía una sonrisa, una guarrada a mano y alguna reflexión interesante. Se tomaba la vida con mucho humor y no dramatizaba casi nada.
Fanática de Los Andes, su "Milrayitas", del Indio Solari y los Ramones, sentía adoración por su familia, con una fuerte debilidad por su padre Ricardo, y quería muchísimo a su colega Paula Chaves, de la que hablaba maravillas y la describía como su reverso. Eran el agua y el aceite.
La última nota que ví con ella fue en un evento de música electrónica en Mar del Plata, para el programa Click, que conduce mi notero Indy de BDV (Magazine) en su ciudad: "Estoy tratando de no hacer muchos desfiles, me recibí de periodista hace dos años y ahora estudio Sociología. A mí, este año me pintó la nerd. Nunca pensé que me iban a decir nerd, no paro de comerme libros", se reía Jaz de sí misma (como siempre).
"Dentro de dos años me gustaría estar haciendo notas en la calle, estoy eligiendo lo que quiero hacer y qué contenido tratar en los próximos trabajos", proyectaba. Y ése era uno de sus sueños: dedicarse a pleno a la tele y la radio.
"Dale, dale con el look como decía el Pelado", cantaba en esa última entrevista (citando a Luca Prodan, de Sumo), bromeando sobre su corte de pelo que inauguró en aquel 2010. Ese cambio de imagen encerraba una clave de su crecimiento personal. De Grazia quería romper con esa imagen de "modelo-rubia-tonta" y siempre bromeaba al respecto.
Pero más allá del humor, era su ambición y para lo que se había preparado intensamente durante tres años estudiando Periodismo.
Jazmín murió a los 27, con muchos sueños cumplidos y otros tantos por realizar. Pero lo importante es que jamás se dio por vencida. Ni frente a las presiones, ni a las condiciones del medio. Era rebelde. "Una campanita", como la definió su padre tras el velatorio.
Mientras la noticia se desparramó viralmente en Twitter (uno de sus pasatiempos favoritos) e invadió la TV (con la sarta de disparates y prejuicios previsibles), el recuerdo de todos los que la cruzamos fue unánime: buena mina, amistosa, divertida, alegre, trabajadora y hermosa.
Desde arriba, con tu ácido humor te estarás mofando de los que te "tanto te querían" y no movieron un pelo por vos, de los análisis antojadizos de los opinólogos de turno, y de los "homenajes" de los que te marginaron de algunos programas.
Desde abajo, te digo Jaz: "¡¡¡Hasta luego, loca linda!!!"