En el último año fue notorio cómo se modificó la relación entre el televidente y los contenidos. El cambio de hábitos comenzó con el crecimiento del cable. Un sistema que llegó en los '90, explotó en la década siguiente, y se desarrolla con muchísimo futuro en ésta.
Históricamente, se ha pronosticado la muerte del diario de papel, como víctima de los portales de Internet o las señales de noticias. Sin embargo, esa profecía parece haber herido en mayor medida a la televisión abierta que a los periódicos.
Un poco durante 2012, y notablemente durante este año, fue notorio cómo se modificó la relación entre el telespectador y los contenidos. Sin duda, el cambio de hábitos comenzó con el crecimiento del cable. Un sistema televisivo que llegó en los '90, explotó en la década siguiente, y se desarrolla con muchísimo futuro en ésta. Las señales locales incrementaron la producción local en todos sus géneros, ya no sólo periodísticos sino también el deporte y las ficciones latinas, le dieron una impronta inédita: facturación y rating.
No obstante, este fenómeno es distinto en Estados Unidos, donde el cable pierde terreno con respecto a los servicios de streaming. Y ése será seguramente el futuro inmediato de la TV mundial. Cada vez más, el usuario decide dónde, cómo y cuándo convertirse en espectador. Cada vez menos desde el televisor, y sí en cambio vía PC, tablets o celulares.
La “rotación de pantallas” seguramente influye en alguna medida en cómo el argentino ve televisión. Los portales editan diariamente el contenido sobresaliente, y muchos eligen ver los resúmenes o buscar sus temas de interés, antes que “tragarse” programas enteros.
Por eso, el contenido es primordial para lograr rating. Lo original mide y lo que mide se repite. La ley es tan vieja como el medio. Ahora, los productores necesitan generar material nuevo para captar público y -por ende- construir audiencias para facturar. El desafío es enorme.
Los portales editan diariamente el contenido sobresaliente, y muchos eligen ver los resúmenes o buscar sus temas de interés, antes que “tragarse” programas enteros. Por eso, el contenido es primordial para lograr rating. Lo original mide y lo que mide se repite. La ley es tan vieja como el medio.
Por otro lado, con el avance de la tecnología, es indescifrable el futuro del medio. ¿Hacia dónde irán los programas, los horarios, las publicidades y las figuras? En Estados Unidos, producto de todo lo mencionado, sumado a los altos costos de la TV satelital y por cable, produjeron un interesante terreno para lo transmitido por Internet. Los televidentes prefieren consumir a través del “www”, que no sólo es mucho menos costoso (gratuito o como mucho, por ocho dólares mensuales) sino con un abanico enorme de posibilidades. El menú es amplísimo y los servicios de streaming lo vieron venir. Por eso, comenzaron con producciones propias como la serie House of Cards. Los intentos locales hasta ahora no prosperan. El cable cuesta de cinco a diez veces más en ese país. Aquí cambian los costos, pero no este fenómeno de abandonar la forma de consumir.
Ya no existen en la Argentina programas que alcancen los 20 puntos, como ShowMatch o Graduados el año pasado. Y algo ocurrió; no sólo fue el costo, también influyó mucho la falta de interés y el cambio generacional. Primero fue la compu que se convirtió en tele, luego la tele intentó revertir todo esto con los Smart TV (tele + Internet). Hoy los distintos dispositivos son enemigos directos de la tele tradicional. La poderosa relación entre las nuevas generaciones y el mundo virtual no tiene vuelta atrás. Por eso, los programadores “se rompen la cabeza” en descifrar lo que vendrá.
El soporte comenzó a ser una seria preocupación. Y la verdad, es que nadie lo sabe.