No le importa padecer las consecuencia de vivir en una zona de desastre nuclear. Sakae Kato dice que seguirá cuidando a los 41 gatos que tiene en su casa y en otro edificio vacío cercano a su propiedad.
Hace una década, este japonés decidió quedarse en Fukushima para rescatar gatos abandonados por vecinos que huían de las nubes de radiación que eructaban de la cercana planta nuclear de esa ciudad. "Quiero asegurarme de estar aquí para ocuparme del último", dijo Kato.
"Después de eso quiero morir, ya sea un día o una hora después", agregó Sakae, al tiempo que han sido unas 60.000 personas las que abandonaron Fukushima, dejando a sus mascotas atrás. Tanto él como sus familia peluda viven en Namie, una de las zonas con acceso restringido.
Así es como su casa se ha convertido en un refugio improvisado, en el que no solo recibe a gatos, sino también a perros y animales que se va encontrando.
Fue el 11 de marzo de 2011 cuando un terremoto de 9 grados Richter originado en la costa noreste del archipiélago sacudió todo el país y provocó un devastador tsunami que arrasó la costa, dejó 18.000 muertos y desaparecidos, y un profundo trauma en la memoria colectiva.
En la central nuclear de Fukushima Daiichi, el desastre natural provocó fusiones parciales en tres de los reactores y otros daños que durante varios días esparcieron residuos radiactivos en torno a la planta, lo que llevó a las autoridades a decretar la completa evacuación en 20 kilómetros a la redonda.
Hoy, este japonés sigue viviendo en una ciudad fantasma. Las autoridades han intentado sacarlo de la zona de cuarentena en varias ocasiones, sin éxito.
Kato no quiere abandonar su hogar, ya que, confirma, es feliz con sus animales, a pesar de la peligrosidad y la posible radiación.