Una pregunta: ¿cómo explicar ese territorio que se impone a Europa y a Asia, y que tan particular lugar se ha ganado en el imaginario de Occidente? Es decir: ¿cómo explicar a Rusia? Y peor: ¿cómo hacerlo desde la Argentina? Hinde Pomeraniec trata de dar respuesta en "Rusos. Postales de la era Putin", el libro que acaba de publicar el sello Tusquets. En unas doscientas páginas, Pomeraniec cuenta de primera mano cómo se vive en Rusia y también en los alrededores: Ucrania, Georgia, Chechenia, Polonia. Con el vértigo de la crónica, pero también con la experiencia analítica que ganó con sus años como editora en la sección El Mundo del diario Clarín y como conductora del programa de tele "Visión 7 Internacional", Pomeraniec trata temas macro (poniendo especial interés en Vladimir Putin y en la nueva oligarquía rusa) y temas micro (qué se puede esperar de un moscovita cualquiera en la calle y otras aventuras en cirílico).
"Rusia es un tema que siempre estuvo presente en mi vida; desde la cuestión familiar de mis abuelos viniendo del este europeo, a la guerra fría durante la que crecí y hasta la literatura y el cine en el que me nutrió desde temprano", cuenta vía mail. Con sellos rusos, ucranianos, polacos y serbios en su pasaporte, la autora de "Rusos" viene siguiendo la performance política de Putin desde que llegó a la cima del poder en el año 2000. "Me interesó en su manera de construir capital y poder político", dice ahora. Desde entonces, y dejando atrás el flojo período de Boris Yelstin, Rusia ha recuperado su lugar entre las potencias del mundo, aunque no se puede decir que los derechos civiles hayan vivido una época de auge en esta última década. Los asesinatos de la periodista Anna Politkovskaya y del espía Alexander Litivinenko lo señalan. Y las masacres en las que cientos de rehenes perdieron su vida en un teatro de Moscú y en una escuela de Beslán lo confirman.
Pomeraniec logró charlar con algunos de los personajes más afectados por estos hechos, víctimas indirectas que ahora cargan con el doloroso vacío de la injusticia. "Fueron entrevistas duras, durísimas", advierte ella. Una de esas charlas fue con Marina Litivinenko, la viuda del en el año 2006. No cualquiera habla con esa mujer: Pomeraniec logró entrometerse en el núcleo de la historia... ¿o de la Historia? "Fue muy difícil conseguir esa cita", sigue, "hubo semanas enteras de mails y otras de silencios desesperantes". Finalmente, se encontraron en la oficina de la viuda en Londres. "Hablamos en inglés y a solas; el encuentro fue de lo más cálido y hasta terminamos mostrándonos las fotos de nuestros hijos". Pomeraniec toma distancia y agrega: "Se trata en todos los casos de historias que tienen una parte pública y otra que ha quedado oculta en los recovecos de la justicia rusa, el flanco más débil de la democracia de ese país".
"Rusos" se inicia con dos frases epígrafe de Vladimir Putin y también a él está dedicada la última línea: su presencia sobrevuela todo el libro, sus palabras aparecen citadas una y mil veces, su biografía se arma y se desarma en 200 páginas. "Intenté entrevistas con Putin en un par de oportunidades, pero no es algo sencillo y también en Rusia se me hizo muy complicado tratar de llegar a gente del gobierno", cuenta Pomeraniec. "Suelen hablar muy de vez en cuando con corresponsales fijos, que viven allá, no con enviados".
¿Y si lo hubieras conseguido, qué le hubieras preguntado a Putin?
Uy, muchas veces pensé qué le preguntaría. Siempre me interesó saber en qué momento comenzó a interesarle la política y si siempre, aún cuando trabajaba en los servicios secretos, le interesaba la cuestión política y económica, en donde ha mostrado gran capacidad. Le preguntaría si se imagina alejado del poder por completo y, de ser así, en qué piensa que invertiría su tiempo. Le preguntaría también cómo imagina su lugar en la historia y, si me animara, le preguntaría cuál es su concepto de respeto a los derechos humanos y la libertad de expresión y por qué legitima a políticos como el checheno Ramzan Kadirov, acusado de torturas y ejecuciones extrajudiciales. Si me animara, también, le preguntaría por qué en estos diez años que lleva en el poder no pudo ir más allá en la reforma judicial, es decir, por qué en Rusia la justicia se sigue manejando por teléfono desde los celulares de los poderosos.
Por último, ¿cómo se podrían comparar Rusia y Argentina?
Nuestros países se parecen mucho en cuanto a que se trata de poblaciones que pasaron por la experiencia de perderlo todo en materia económica y se convirtieron en el mal alumno de la clase con los organismos internacionales, con la consiguiente pérdida de confianza por parte de los inversores. También se asemeja en la idea de que mientras para nosotros el peronismo es una suerte de principio constructivo de nuestra identidad política, los 70 años de comunismo para ellos no se abandonan de un día para el otro. Pero nos diferencia mucho la manera en que entendemos la libertad, sobre todo después de pasar por la dictadura. Para los rusos, la tranquilidad económica, la seguridad y el orgullo restaurado pueden más que los derechos civiles. Creo que para nosotros no es así.