Pareciera que nunca es suficiente para contar sobre Drácula. Y en el año 2009 el Conde sigue dando que hablar, no sólo porque el castillo de Bran propiedad que el estado comunista de Rumania expropió a sus descendientes en 1948- volvió a manos de la familia, sino también porque un historiador alemán ha publicado un libro en el que va a fondo con la verdad histórica sobre Vlad Tepes, el Empalador, verdadero hombre por detrás del vampiro Drácula.
En "Drácula. Vlad Tepes, el Empalador, y sus antepasados" (Tusquets Editores), Ralf-Peter Märtin recupera la lucha del príncipe por la independencia de su país, que no era Transilvania, sino Valaquia (al sur de Rumania), y cuenta sobre las luchas entre eslavos, macedonios, serbios y croatas que sacudían al siglo xv. Nacido en 1431, el auténtico Drácula fue príncipe de Valaquia entre 1456 y 1462. Cuando llegó al poder era un joven de 25 años que había viajado y podía considerarse cultivado desde un punto de vista político y militar. Conocía bien las relaciones del sudeste europeo y las estructuras de poder de los imperios húngaros y otomano, que lo rodeaban.
Pero si algo lo hizo célebre en su tiempo y para los próximos 500 años (¿serán 1000, también?) fue su crueldad y su sadismo: el príncipe decapitaba, mutilaba narices, orejas, órganos sexuales y labios, cegaba, estrangulaba, ahorcaba, quemaba, hervía, despellejaba, asaba, desmembraba, clavaba, enterraba vivo, apuñalaba y arrojaba a las fieras a sus enemigos. Sin embargo, el autor propone leer con cuidado tanta saña. Para Märtin, la crueldad era una moneda corriente que en esa época se aplicaba a lo largo de Europa, desde Francia hasta Turquía.
Fue el irlandés Bram Stoker quien le dio eterna celebridad al Conde, basándose en su figura y en su nombre para crear en 1897 un personaje que poco tiene que ver con el verdadero Vlad Tepes. De hecho, Stoker le puso el condimento vampírico a su personaje sólo teniendo en cuenta que Transilvania, la región que limita al norte con Valaquia, era tierra fértil para las historias de vampiros desde siempre: "En Rumania era habitual desenterrar los cadáveres en determinados períodos para comprobar si se habían convertido en vampiros", informa Märtin.
Para deleite de los viajeros, el libro incluye un apéndice turístico, la "Pequeña guía de viajes Drácula", para perseguir estacas y colmillos diseminados en territorio rumano y aledaños. Allí se recomienda visitar los castillos de Viena, el paso del Borgo, los conventos de Moldavia y la tumba de la familia de Vlad Tepes.
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