"Nunca le di importancia al placer hasta que viví una situación límite", cuenta Ramiro, de 34 años. "Fue a partir de ahí que dejé de lado las culpas que me generaban el hecho de sentirme bien. Creo que la calidad de vida y poder disfrutar de las cosas son ítems que muchas veces pasan totalmente desapercibidos", agrega.
Para muchos no queda demasiado claro cuanto ocupa el disfrute en su día a día. Viven o permanecen-, como si tuvieran puesto un automático y ni siquiera se cuestionan acerca de lo que eligen, quieren o desean.
En ciertos casos, las cosas ocurren porque sí. Ejemplos: muchos. Matrimonios tortuosos que continúan eternamente porque es eso "lo que nos tocó"; personas que trabajan en lugares que odian porque "es lo que hay"; aquellas que siguen estudiando carreras que (no) eligieron porque la tradición familiar así lo impone; o las que deciden casarse con la persona equivocada porque alguien de su mismo sexo significaría una opción demasiado compleja.
Si bien los motivos que impulsan a optar por esa forma de vida (hay quienes dicen que la vida elige por ellos) son diferentes e individuales, existen algunos denominadores comunes que los agrupan: comodidad, culpa y deber. Para ellos, el sacrificio pareciera tener un valor en sí mismo.
El hedonismo es una filosofía de vida que busca el máximo placer, la palabra es de origen griego y significa "delicia". La idea básica de este pensamiento es que el goce es lo único bueno para la persona. Un hedonista intenta maximizar la fórmula: "más placer y menos dolor".
A lo largo de la historia, esta postura tuvo muchos detractores por considerarla egoísta. Sin embargo, una vez que una persona entiende que el disfrutar podría ser una de las premisas básicas en su vida, sus objetivos van dirigidos hacia ahí y cuando eso ocurre, la felicidad es algo más que un final de cine.
Si nos concentramos en lo sexual, hay quienes no se permiten disfrutar de un encuentro por diferentes motivos que se relacionan en forma directa con su historia.
En este plano existen distintos niveles de placer que abarcan el carnal o corporal, donde es posible disfrutar de manera concreta en relación al tacto, contacto físico y demás sentidos; o el placer psicológico que tiene que ver con las sensaciones de fusión, compañía y bienestar resultantes de esa conexión. Generalmente, el lugar que las personas le otorgan al placer en su vida se ve reflejado en el encuentro sexual.
Por otra parte, hay quienes también disfrutan de tener pleno control sobre sus deseos y un claro objetivo: vencer las tentaciones. Controlan sus impulsos y se mantienen alejados de lo que según creen, tarde o temprano, les causará dolor.
Pero más allá de la historia personal, decisiva en nuestros actos sea consciente o no- es importante darse cuenta de que todos contamos con la capacidad de sentir placer. Aunque a veces mirar hacia otro lado sea, en sentido aparente, la mejor opción.
¿Te da culpa experimentar el placer? ¿Qué lugar ocupa en tu vida? Contános tu opinión.