A medida que la travesía recorría el país y , la pregunta más frecuente iba encontrando respuesta: Winter como muchas personas en todo el mundo buscaba despuntar su vicio coleccionista. "Empecé con comics, cartas, monedas, y ahora colecciono estos Starbucks, otra manera en que se manifiesta mi compulsión a tenerlo todo", reconoció Winter, que diseña software como freelance.
Teñido de obsesión, su plan no está libre de reglas: sólo cuenta en su lista los locales que pertenecen y son operados por Starbucks, dejando de lado las casi 5 mil licencias que la firma otorgó en aeropuertos y las librerías Barnes & Noble; también evita visitar dos veces el mismo local para no perder tiempo, aunque sí en caso de mudanza; y debe tomar una medida estándar de cafeína en cada uno.
Entusiasta, aunque no tanto como Winter, Tangeman puede arriesgar otras conclusiones que las de la obsesión de la experiencia. "Después de haber estado en tantos locales me pregunto dónde diablos estaré: son todos iguales, como un living universal", afirma el director, que parece haber encontrado en el lenguaje audiovisual una historia de estos tiempos, donde los lugares de paso, impersonales se multiplican por todo el mundo, no importa dónde.