A los hinchas argentinos, pasionales ellos, no se los calma con un buen resultado ocasional o con una promesa de buen juego. Están sensibles, viven al límite y ya no ocultan su impaciencia. Reaccionan mal, muy mal a veces, como ocurrió con los violentos que se apostaron en el Aeropuerto de Ezeiza para recriminarles a los jugadores de San Lorenzo por la eliminación de la Libertadores. Hubo insultos, escupidas y algún que otro feo cruce. Es sólo un caso, apenas. Ni hablar de las repetidas reacciones de los seguidores de River. Acostumbrados, mal acostumbrados en realidad, a la irregularidad del equipo, "escupen" su bronca domingo a domingo. Y para lamento de los dirigentes, también entre semana, cuando toca fecha de Copa.
"Hay mucha esquizofrenia, lo digo en general. La gente quiere resultados ya y exterioriza su bronca a cada rato", razona el presidente de River, José María Aguilar.
Hoy dios, mañana el diablo . Y a la inversa, sin términos medios. Abundan los ejemplos de esta desesperada lógica que domina el fútbol doméstico. Urgencia, urgencia y más urgencia. El año pasado, Argentinos Juniors venía subido "al carro de la gloria", bajo la dirección técnica de Pipo Gorosito. Los hinchas, felices de la vida, hasta que Pipo se cruzó de vereda a Núñez. Lo reemplazó Vivas y se acumularon las pálidas. Todo desembocó en histeria colectiva, que recién se frenó el viernes pasado cuando el último de la tabla logró _merecidamente_ ganarle al por entonces puntero Lanús. Los insultos, esa noche, se transformaron en cantos de apoyo.
Hay más, Independiente sufre como nadie las sanguíneas reacciones de la gente. Primero pasó en la era de Santoro, a quien lo salvó _hasta ahí nomás, en realidad_ su inmaculada chapa de histórico. Los futbolistas, en cambio, sistemáticamente exponían sus cabezas al fastidio popular. Asumió Gallego para calmar las aguas y el debut fue goleada en contra y papelón. La sangre, a esa altura, corría por los pasillos de la entidad. Una buena, al menos: aunque sin merecerlo, se superó a Huracán y por unas horas, algo es algo, el "Diablo no entró al infierno".
¿Qué decir de Racing? Ayer nomás, retumbaban cantos hirientes y amenazas públicas contra los mismos futbolistas que hoy en día, de la mano del carismático Caruso Lombardi, suman puntos y de a poco se empiezan a alejar del temido descenso. Eran "villanos", son "héroes".
Hay mucho nervio en general. Boca tiene la cabeza en la Libertadores y así lo saben sus seguidores, que casi miran de reojo los avatares del torneo doméstico. Por ahora, no patalean y se resignan a estar afuera de la pelea por el título, cuando apenas se jugaron nueve fechas.
El glorioso "pueblo canalla", que ya había mandado a construir la estatua para Mostaza Merlo, se encontró esta mañana con la insólita renuncia del entrenador, después de haber dirigido apenas cinco partidos, en los que logró tres triunfos, un empate y una derrota. Antes, por diferentes motivos, ya se había ido de este Clausura 2009: Juan Manuel Llop (Racing), Gustavo Alfaro (Rosario Central), Omar Labruna (Gimnasia y Esgrima de Jujuy), Leonardo Astrada (Estudiantes de la Plata), Jorge Burruchaga (Banfield), Miguel Santoro (Independiente) y Miguel Angel Russo (San Lorenzo).
El fútbol argentino vive a mil, sí. Pregunta que invita a la reflexión: ¿Y si todos, pero todos en serio, no ponemos un poquito la pelota en el piso? Ayudaría, seguro que ayudaría.