Sólo basta con hacer memoria y revivir momentos propios de nuestro primer amor, para darse cuenta de los sentimientos cruzados que aparecían por aquel entonces: miedo, deseo, angustia. Confusión.
Si bien, muchos adultos aún hoy continúan experimentando este tipo de sensaciones al volver a enamorarse (y que en algunos casos los lleva a eyectar de la relaciones), son sentimientos típicos del adolescente ante estas emociones desconocidas.
Algunos padres que perciben que sus hijos se vuelven más reservados, no comen o están dispersos, no saben como abordar el tema, si deben hablarlo con ellos o hacerse los desentendidos. Otros, lo niegan y piensan que son muy niños todavía para empezar con esas cuestiones del amor.
Poco a poco, empiezan a entender y a reconocer ese crecimiento que va acompañado de cambios físicos, psíquicos, intereses en general e identidad sexual. Claro que es un momento difícil, pero es necesario recordar que es el adolescente quien, posiblemente, peor la esté pasando en éste "crítico" período de su vida.
Es que el primer amor, más allá de las mariposas en el estómago, se vive como algo complicado. Y por más que haya sentido conocido un amor platónico siendo púber, a diferencia de aquel entonces, existe hoy la posibilidad fisiológica de concretarlo a través de su cuerpo. Genial y terrible a la vez.
Para los progenitores, será el momento si todavía no lo han hecho- de hablar y explicar un poco de que se trata todo este rollo. Pero además de dar una clase de educación sexual resumida sobre enfermedades, embarazo y anticoncepción, es importante tocar un tema menos habitual aunque posiblemente, más difícil: las emociones que esta situación provoca.
Por eso, aceptar con naturalidad y sin tanto cuestionamiento la primer relación amorosa de "los nenes" permite que sus hijos puedan depositar la confianza en los padres, pudiendo hacerlos partícipes de sus miedos e inseguridades.
Fuente consultada: hoymujer.com