La sala Leopoldo Lugones del Teatro General San Martín de Buenos Aires reabrirá sus puertas el próximo jueves 15 de marzo con el estreno de la película argentina Adiós entusiasmo, ópera prima del director colombiano Vladimir Durán, que pasó el Festival Internacional de Cine de Berlín y ganó el premio al mejor largometraje en la categoría vanguardia y género de la última edición del Bafici.
Dirigida por el colombiano radicado en Buenos Aires Vladimir Durán, Adiós entusiasmo propone el desconcertante retrato de una familia muy peculiar -sus dramas, emociones y conflictos- formada por cuatro hermanos y una madre, a la que misteriosamente mantienen encerrada en un cuarto de la casa que habitan.
Climática y claustrofóbica, filmada con lentes anamórficos que expanden la pantalla pero encierran a los personajes entre sus límites, la primera película de Durán -tanto en su carácter de director como de actor, ya que encarna al amigo de una de las hermanas- ofrece una mirada lúdica sobre las relaciones familiares y sobre la vulnerabilidad de tres jóvenes y un niño que se mueven en un ambiente enrarecido.
Protagonizada por Mariel Fernández, Laila Maltz, Martina Juncadella, el niño Camilo Castiglione, Verónica Llinás y Rosario Bléfari (que compone a la madre encerrada, a la que sólo escuchamos y nunca vemos), Adiós entusiasmo se nutre de juegos e improvisaciones actorales en base a un guión del propio Durán y el brasileño radicado en Buenos Aires Sacha Amaral, quien lo concibió en principio como un cortometraje.
“La película cuenta diez horas de una familia. Con los actores buscamos hacerlo desde un sistema de investigación en rodaje, donde nos permitimos desvíos y cierta porosidad en las relaciones entre personas de un mismo universo. Quise explorar la particularidad de un universo familiar y su lógica desfasada, corrida”, afirmó el cineasta en diálogo con Télam.
Durante un período de unas pocas horas, los hermanos juegan, cantan, discuten, comparten anhelos y vivencias, reciben la visita de amigos, alimentan y medican a su madre, y le organizan a pedido suyo -tres días antes de su natalicio- una fiesta de cumpleaños, donde las pasiones y emociones surgen incontrolables, provocando extrañeza, desconcierto, alegría y dolor, todo eso en dosis casi idénticas.
El director, que estudió actuación junto a sus protagonistas en la escuela de Nora Moseinco, quien desarrolla un método de actuación basado en la búsqueda del potencial individual utilizando la improvisación, explicó que buscaron juntos “una idea de lo lúdico en el drama claustrofóbico, para que lo denso no estuviese en primer plano y poder así trabajar la relación familiar desde momentos aparentemente muertos”.
Fuente: Télam