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Carmela Bárbaro: "A veces el tiempo de la mujer no se empata con el de la pareja; entonces, tuve a Manu sola"

La periodista recibió en su casa a #ExpertxsEnPañales, y habló de su experiencia con la maternidad y cómo transita la crianza de un hijo sin presencia paterna.

Mica Levitt
Por Mica Levitt
23 de mayo 2019, 13:00hs
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#ExpertxsEnPañales: conocé a Manuel, el hijo de Carmela Bárbaro

Tocamos el timbre en el departamento de Belgrano de Carmela Bárbaro (42) y nos abre la puerta Manuel (3 años y medio) con una gran sonrisa y sus ojos brillantes. En la casa también están su mamá, por supuesto, su hermana Elena (7 años, hija de la periodista y Gerardo Rozín) y su perro.

"Donde estoy yo, hay familia. Siempre puede caer alguien más y pongo fideos para el que venga. En mi casa siempre fue muy así. Donde comen dos, comen tres... ¡o cuarenta!", reconoce Carmela. Y se le nota. Súper relajada, durante la entrevista con #ExpertxsEnPañales, la sección de Ciudad en la que los famosos presentan a sus pequeños, hace chistes y también cuenta su particular historia junto al más chiquito de la casa, que nacio en 2016.

Sobre las preguntas que rondan el nacimiento de Manuel, ella es contundente y, a poco de su nacimiento, había dicho: "Tenía ganas de tener otro hijo y busqué tenerlo, sin más que eso. Es un hijo muy amado y eso es lo fundamental. No tengo secretos, pero todo lo relacionado con él tiene que ver con su derecho a la privacidad y lo tiene que conocer antes que los demás".

La periodista decidió tener a su segundo hijo sola y hoy, casi cuatro años después de su decisión de vida, detalla cómo es su universo familiar y personal.

-¿Cómo viviste las dos experiencias de maternidad: primero, estando en pareja; y ahora, estando "sola" con tu hijo?

-Por una parte, creo que si no estás bien en pareja y tenés un hijo, te destruye. Muchos creen que tener un hijo te resuelve problemas y es al contrario, es una bomba de tiempo. Uno resuelve y dirime conflictos todo el tiempo sobre cosas que quizás nunca pensó antes. A mí lo que me sorprendió con mi primera hija es que yo creía que había cosas que eran iguales para todo el mundo porque yo me había criado así. 

-Hablando de la crianza, ¿qué tipo de mamá sos?

-Mis hijos son muy malcriados los dos. Hacen bastante lo que quieren y yo hago bastante lo que ellos quieren, en general. Además, por ejemplo, yo pienso el fin de semana en base a dónde los voy a llevar, no cuál va a ser mi plan. Por otro lado, dejé de hacer planes que no son "plan" para ellos porque dejan de ser copados para mí, en consecuencia. Si me dicen de ir a comer a un restaurante, por ejemplo, no voy. La pasan mal ellos, la pasan mal los demás, el dueño del restaurante, el mozo y la paso mal yo. Entendí que hay planes como ese que cuando los chicos con muy chiquitos no son divertidos. Después todo se acomoda y podés ir a cualquier lado. 

-¿Y qué planes "amigables" para ellos elegís?

-Hacemos muchas cosas al aire libre. Nos gusta a todos. A mí el cemento me da un poco de fobia. Entonces, si se puede, nos vamos a un campo, a una quinta o simplemente hacemos un pic nic en la plaza, nunca falla.

-¿Sentís una "presión" distinta al ser la única responsable de Manu?

-No sé si una mamá o un papá se relaja porque existe el otro. Sí es verdad que tomar decisiones sola todo el tiempo es un vértigo. Porque, mal que mal, cuando tenés una pareja, hay otra persona responsable de esa criatura. Yo sola no estoy, tengo amigos, familia. Pero sí es verdad que hay decisiones, como por ejemplo cuando tenía que elegir el nombre de Manuel, que las tomás sola. Ahí tuve mi primer momento de "vértigo". No había nadie que me dijera "estás diciendo una pavada, te gusta solo a vos". Sos vos sola, no tenés ningún "cómplice". Cuando tenés que tomar ese tipo de decisiones, capaz que sentís la falta de esa pareja y padre. Pero igualmente yo soy muy de consultar con otra gente.

-¿Qué reacciones recibiste de otras mujeres luego de que se supiera tu elección?

-Al principio muchas me decían que era muy valiente, que no se hubieran animado a hacer una cosa así. También empecé a encontrar muchas mujeres que hicieron lo mismo y me lo comentan. El otro día una mujer me dice "vos sos de mi club" y yo pensé "¡San Lorenzo!". Y me dice: "Yo también tuve a mi hija sola". Y para mí todavía es una sorpresa. Se habla más, hay menos tabú. Es algo que sucede. A muchas les pasa con el primero y reconozco que es excepcional que habiendo tenido una primera hija de manera "tradicional", por decirlo de alguna manera, haya tenido el segundo así. En muchos casos es como lo último que uno piensa cuando no logró hacerlo de una manera tradicional. Me parece que también es un prejuicio, todo cambia. Y hay una realidad que es muy difícil de decir y es que las mujeres tenemos un reloj biológico. A veces el tiempo de la mujer no se empata con el de la pareja. No tenía esos dos tiempos yo, no se juntaron. Entonces me pareció que era una opción que a mí me hacía bien.

-¿Cómo llamás vos a tu estilo de maternidad?

-No sé, es difícil de definir. Lo pensé mucho. En términos legales es mamá soltera, pero soltera es un estado civil. Y yo entonces no soy "madre soltera" sino más bien "madre divorciada" del papá de otra hija aparte. Es difícil de explicar. Entonces termina siendo "madre sola". Y algo que sí tiene de bueno el chat de los del jardín de Manu es que hay mamás y papás. Se dio de casualidad y me gusta.

-¿Cómo es esto de tener un hijo "de a uno"?

-Hay un discurso instalado sobre que los hijos son el fruto de un amor de dos. Si fuera así de mágico, no habría parejas que se separan porque uno quiere tener un hijo y el otro no y muchas otras cosas. Entonces, me parece que la maternidad y la paternidad terminan siendo un deseo individual, muy íntimo, muy preciado. Igual que la no maternidad o no paternidad. Es así de potente, cuando no querés no querés y cuando querés, querés. Hasta la aparición de la ciencia, se concretaba de a dos. Uno busca una persona para realizar ese deseo y a veces coincide y otras no. Pero estoy convencida que es individual.

-¿Cómo te fuiste arreglando en la vida cotidiana con el embarazo, tu hija que por entonces tenía 5 años, y luego con el parto y el nacimiento de Manu?

-Creo que ese deseo del que te hablaba se corresponde cada vez menos con nuestro estilo de vida. Nosotros vivimos inmersos en un mundo del trabajo en el que si querés ser profesional, tener una carrera y dedicarle todos esos años que le dedicás, dejás de lado ese tiempo vital, para las mujeres sobre todo. Entonces hay un defasaje entre una cosa y la otra. Ni hablar con el tiempo que duran las parejas. Me parece que es por eso que las cosas se empiezan a acomodar de distintas formas. En el caso de mi hija, ella me viene preguntando desde el principio distintas cosas. Manu todavía no. A Elena le voy contestando, pero lo más difícil fue explicarle que estaba embarazada. Ella tenía cinco años y es una edad en la que todo el tiempo le estás explicando qué cosas son de fantasía y cuáles no. Le explicaba que los unicornios y las hadas no existían, pero que yo tenía un bebé en la panza. De repente la mitad de las cosas en la que ella creía no existían pero mamá tenía un bebé adentro con pelos y brazos que está en el agua. Pero no es un unicornio, no vuela, ja, ja. Esa fue la parte más difícil de explicar.

-¿Te acompañó mucho?

-Sí, ella fue gran parte. Se pudo quedar conmigo en la clínica, estuvo ahí desde el comienzo. Me pareció que si podía, si el nene estaba bien, si yo estaba bien y todo estaba bien, estaba bueno que esté. No quería que sienta que se quedaba afuera de este nuevo trío. Estuvo muy bueno.

-¿Ahora cómo se llevan?

-Como hermanos. A veces bien, a veces se fajan. Se llevan bien y mal al mismo tiempo, que es lo normal.

-¿Cómo es tu relación con Gerardo Rozín, el papá de Elena? ¿Le consultás también por alguna cuestión relacionada a Manu?

-Sí. Hablo con él respecto a los dos. Le planteo temas como el colegio y demás.

-¿Quiénes más forman parte de tu grupo de confianza?

-Hablo mucho con Luis Bremer, que es el padrino de Manu. Me escucha, me aguanta, me banca. Está bueno porque comparte muchos momentos con nosotros y él ve cómo me manejo. Además tengo muy buenas amigas, como Mariana, que es psicóloga y es la que me acompañó en el parto y es la mejor persona que yo conozco en términos de acompañamiento. Se pone a tu servicio, te escucha y puede comprender lo que le estás diciendo. Es fabulosa y es siempre fuente de consulta.

-¿Siempre fuiste de consultar o ahora lo necesitás más?

-Siempre fui así. Cuando tengo dudas puntuales, consulto. No pavadas cotidianas. Decidir un colegio me parece importante, cómo comunicar ciertas cosas o en qué momento. Y en esas situaciones, pido ayuda. También me di cuenta que nada es definitivo. Yo antes pensaba "ay, le dije esto y ahora es otra cosa, me equivoqué". Y no es así, siempre estás a tiempo de cambiar, una actitud, un colegio, un deporte. Es todo menos estático de lo que pensaba. Hablo con mi mamá y mi papá también, con mi amiga Luciana. Tengo varias personas a las que les consulto sobre diferentes cosas.

-¿Hay lugar para el amor de pareja en tu vida?

-Algo hay.

-¿Te volviste a animar al amor?

-¡Seee! Me animo a todo yo. Lo que sí te digo es que no es fácil ensamblar las familias, encontrar los tiempos. Ya con una familia tradicional siempre se siente que estás en falta con algo o con alguien, que también puede ser uno mismo. Se te van como "venciendo" cosas. Vivimos rápido. Entonces encontrar el mix de espacios es lo más difícil. Hay que encontrar tiempos para estar disponible. Cuando estás conociendo a alguien que no está en tu casa no le podés decir "bueno, a la noche nos vemos y comemos tarta recalentada". Entonces quizás terminás arreglando para verte después de que cenan o se acuestan los chicos, pero para mí es impracticable. Yo a las diez de la noche no sé ni cómo me llamo. Y si lo hacés es con esfuerzo, tenés que tener unas ganas que te morís. Para los hombres quizás es más sencillo. Además de todo el tema de que me tengo que arreglar para salir y me da una fiaca...

-¿Con Manu cómo se hace?

-¡Jugamos al TEG! Ja, ja, ja. Es muy difícil porque Manu no se va nunca. No, en realidad se queda a dormir en lo de mi mamá. Y soy de la idea de que cuando uno tiene un hijo, tu mamá tiene un nieto, tu hermana tiene un sobrino. También es parte de toda esta modernidad.

-¡Zafaste de la suegra!

-Zafé de la suegra, sí.

-¿No lo habrás hecho por eso, no?

-Ja, ja, ja. No. Mirá, la abuela de Elena (mamá de Gerardo Rozín) no la llegó a conocer así que tampoco tuve suegra en ese caso, pero creo que ella hubiese sido fantástica. Es más, creo que le habría podido dar a los dos para que se los lleve. Hubiera estado encantada. Volviendo al tema de que se quede con mi mamá, por ejemplo, me gusta que lo haga y no solamente porque yo vaya a salir. Lo dejo con ella porque está buenísimo, para que pueda despegar. Además, al no tener pareja, está bueno que el nene sepa que tiene un lugar para estar si yo no me siento bien alguna vez, si me pasa algo; puede estar tranquilo en otro lugar que no es su casa. Me da mucha seguridad eso. Lo hacía con mi hija también y son vínculos que están buenísimos y cuando vos estás no es lo mismo. Ellos tienen su código cuando yo no estoy y me parece buenísimo.

-¿Tendrías más hijos?

-A ver... Si es por la experiencia, sí, porque es buenísima. Pero yo cerré la fábrica. Tengo 42 años ¡y no tengo más cintura! Estoy muy cansada. No me quejo. Pero yo me doy cuenta. Mirá, yo tuve contacto con chicos desde muy joven. A los 12 nació mi hermano y durante toda mi adolescencia yo tenía toda la energía, subía, bajaba, lo llevaba a todos lados. Después, el hijo de mi exmarido también. Yo tenía 27, 28 años y él tenía 5. Toda la pila: patinábamos sobre hielo, skate, toda la onda. Cuando vino la nena, bien, bien. Ya tenía 33, 34 cuando nació. Todavía estaba óptima. Pero ahora noto la diferencia. Me canso. Me tiro en cuatro patas y me duelen las rodillas. Y el cuerpo no es lo mismo. Cada uno sabe con qué energía cuenta. Yo no puedo más.

-Quizás aceptarías a alguno de tu pareja...

-Sí, yo te agarro todo. Yo ya tengo otro, soy madrastra. Experimenté con todos los tipos posibles de maternidad.

-Se ve que es un sentimiento muy fuerte que tenés.

-Sí, lo disfruto mucho. No sé por qué. Porque es sacrificado, pero me gusta y me sale. Donde estoy yo, hay familia. Siempre puede caer alguien más y yo siempre pongo fideos para el que venga. En mi casa siempre fue muy así. Donde comen dos, comen tres... ¡o cuarenta! En mi casa, cuando yo era chica, la puerta estaba literalmente abierta y te encontrabas con vecinos, amigos, en el living o en la cocina. Mi papá (Julio Bárbaro) ya había sido diputado y lo conocían todos en el barrio. Después con los temas de la inseguridad todo cambió. Pero me crié así. Lo que más me costó cuando me fui a vivir sola era cocinar para mí sola. Todos eran platos de olla. Siempre éramos mil. Para mí está buenísimo y así lo hago ahora. Hago piyamadas, invito a mis amigos, a sus hijos. No me estresa. Quizás no vas a encontrar la casa perfecta, pero acá comen diez o los que quieran.

-¡Te gusta todo! ¿Qué parte de la maternidad no disfrutás tanto?

-Cuando son bebés la parte que no disfrutás es no dormir. Y cuando no dormís, sos una persona fea. Es muy duro. No es un día. Son meses y meses, y pensás que no va a terminar nunca. Yo hice muchas macanas con la primera y lo resolví con el segundo. Manuel durmió desde siempre.

-¡Tirá ya el tip!

-El tema es que no está avalado... ja, ja. Cuando nació mi hija yo era muy obediente y tenía mucho miedo. No hacía colecho jamás, me levantaba, iba a otro lugar para darle la teta. Me sentaba en el sillón, tenía pánico de dormirme. Hacía todo lo que había que hacer; se hacía caca, la cambiaba. Cuando terminás de hacer todo eso, volvés a tu cama, conciliás el sueño y el bebé se despertó de nuevo. Cada vez fue peor. Entonces después caminaba, cantaba y tenía que hacer más cosas para dormirla. Fue agotador. Nunca se normalizaba. Cuando nació Manuel, ya estaba más relajada, era el segundo, tenía menos miedos. Y ahí me di cuenta que yo pensaba que cuando había nacido Elena yo tenía una vida ordenada y no era así. Hacía lo que había que hacer pero no tenía idea lo que era una rutina de un chico. Con Manuel Elena ya iba al colegio, tenía sus horarios, la tenía que acostar a cierta hora que no era negociable. Así que mi casa se apagaba a las 9. Había que dormir. No podía arruinarle la rutina a mi hija por el bebé. Con lo cual, todos nos íbamos a la cama a las 9, incluida yo misma. Y todos dormíamos de 9 de la noche a 7 de la mañana y nadie salía de la cama. Compré dos barandas para la cama grande. Y dormimos todos y muy bien durante todo ese primer año. Para mí fue fabuloso. Era mi miedo más grande de la "etapa bebé", pero la superamos bien con esta técnica.

Videos y edición: Leandro Bevilacqua

Agradecimientos: A la pipeta

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