Intensidad. Sólo esa palabra podría describir el martes rockero que tuvo a The Kooks como principal anfitrión. Sí, los mismos inglesitos que agotaron las entradas para su primer show en algo así como 60 segundos y debieron agregar una función para el día siguiente, que también agotó localidades. Los mismos inglesitos que detonaron La Trastienda.
Intensidad. Para ellos, que con sólo 23 años de promedio llenan cada lugar que van. Y para los presentes que corearon todos y cada uno de los temas. Del five o clock tea al nine o clock rock show. The Kooks mostró precisión, soltura y comunión con su audiencia.
Intensidad. "Always Where I Need To Be" dio el puntapié inicial de la fiesta que comenzó muy arriba y se mantuvo de igual forma, pese a que en "Matchbox" el guitarrista Hugh Harris enfundado en un traje blanco y una camisa Polo apeló a una versión algo más lenta mientras que el frontman Luke Pritchard pedía desencajado acelerar el tempo. Así era el asunto, descarga de The Kooks y locura de los presentes, que debían parar la oreja para entender cada intervención en el inglés cerradísimo del cantante.
Intensidad. Pritchard fue protagonista no sólo al exponer su particular tono para cantar sino también para animar a morir a la gente: más de una vez los encargados de la seguridad del lugar debieron contenerlo mientras se balanceaba peligrosamente en la valla agitando a las masas.
Intensidad. El show fue un contrapunto permanente entre los dos materiales editados por la banda "Inside in, inside out" y "Konk". Se entrelazaban perfecto, tanto los temas up como las intervenciones acústicas de la banda como "Sway". Pero tan rápido pareció pasar (una hora reloj) que muchas voces se alzaron a reclamar más y más temas. Ahí estuvo Pritchard otra vez, primero con un tema de estreno y luego con "Watching The Ships Roll In". Es cierto, faltaron a esta altura clásicos como "Love it all" y "Cap" pero... ¿Quién le quita lo bailado a The Kooks, y a los presentes?
Fotos: Flickr, Oh! Darling