Nápoles, la ciudad entera, muere por él. Lo ven alto, rubio y de ojos celestes, cuando en realidad es retacón, morochazo y de mirada cerrada. "La reencarnación de Diego", es la típica exageración de los pasionales hinchas de estas tierras, que 21 años atrás lograban el sorprendente scudetto, el primero, de la mano de un tal Maradona. La analogía cae de maduro, en este mundo futbolero siempre pendiente de edificar nuevos héroes. Poco más de dos décadas después, otro argentino se sube al altar de San Genaro, el patrono de estos lados. Ahí está el Pocho Lavezzi, la Bestia, el implacable goleador que ya cubrió con creces los 8.200.000 dólares que engrosó San Lorenzo por su pase.
¿Ejemplos de semejante idolatría? Miles. En los restaurantes, ya se impuso la "Pizza Lavezzi", que varía sus condimentos según el autor intelectual de la obra. No puede pisar el centro, contó el propio delantero, porque "me vuelven loco de tanto pedirme fotos y autógrafos". Mucho menos sentarse a comer tranquilo con amigos: "Tengo que hacer reservas clandestinas y en lugares donde sé que van a respetar mi privacidad", cuenta. Ni hablar esa "argentinidad" de ir de Shopping: "Qué va, ya entré en la rutina de llamar antes a los negocios y me atienden de noche, cuando no hay fanáticos a la vista". Curiosidades de la vida: Maradona, el 10, también pasó por todo eso.
Este aguerrido delantero, que figura entre los convocados por Maradona para el primer partido de su etapa como técnico de la Selección, tiene un pasado de sacrificio. Dice su curriculum que pasó por las inferiores de Boca, donde increíblemente lo dejaron libre. Decepcionado, volvió a su pueblo, Villa Gobernador Gálvez, de Santa Fe, decidido a colgar los botines. Apareció un representante visionario que lo convenció de que empezara de nuevo, pero en el modesto Estudiantes de Caseros, del duro fútbol de ascenso. Corría 2003 y a partir de ahí su vida sería otra. Dirigido por Blas Giunta, el del legendario "Huevo, Huevo, Huevo", no tardó en mostrarse como un valor diferente. Un año más tarde, a los 19, el Genoa italiano compró su pase y lo cedió a préstamo a San Lorenzo, que enseguidita nomás puso sobre la mesa 2.200.000 dólares y se aseguró del 100 por ciento de los derechos. ¿Cómo llega a Napoli? Tras romperla largo y tendido en el Ciclón. Ramón Díaz, su técnico por aquellos momentos, se animó a lanzar una frase muy bastardeada por sus detractores. "El Pocho vale 20 palos verdes", dijo, seguro, el riojano. Su actual club puso algo menos de esa cifra (8.200.000 dólares), se lo llevó y hoy el presidente Aurelio De Laurentis, pese al interés demostrado por varios peso pesados de Europa, gambeteó el linchamiento de sus hinchas con una frase tan necesaria como política: "No se vende".
Cómo no van a tenerle amor infinito si el equipo, de buenas a primeras, recuperó el protagonismo que tuvo, vaya coincidencia, en los tiempos maradonianos. Está segundo, luego de disputadas once fechas, a sólo un punto del Inter. Otra vez: el Sur pobre, ahora de la mano del Pocho, le hace frente al Norte Rico.
Napoli, en un homenaje en vida a Maradona, había decidido sacar de circulación la camiseta número 10. "Lavezzi se la merece", es el slogan de una cruzada virtual que recorre Facebook y que ya tiene más de 8.000 firmas.
Modesto, Lavezzi no entiende lo que está viviendo. Si no hace mucho, recuerda, contaba las monedas en las calles de Caseros para poder subirse al repleto colectivo 243, junto a su entonces amigo y compañero Pablo Mouche, hoy titular en Boca.
"Pocho, Nápoles, todo Nápoles, ve en vos a la reencarnación de Maradona. Es mucha responsabilidad...", le preguntaron de Radio Mitre. Y al pibe le salió de adentro un sincero remate: "Decímelo a mí".