Uno, dos, tres. El uno es un anciano que duerme desde antes que nos subiéramos en Triunvirato y Olazábal, en Villa Urquiza, y ocupa el primer asiento a la derecho del chofer. El dos es un joven con remera ricotera que eligió las butacas dobles para apoyar su bolsa con dos botellas -¿sidras?-, en una de ellas. El tres es la imagen de la duda: tiene la mano pegada al timbre y cada veinte metros se agacha para espiar si la parada correcta se acerca. Son las 23.05 del domingo, vísperas de Navidad. El interno 39 de la Línea 71 va en busca de la avenida Corrientes para finalizar la vuelta en Plaza Once. "La sensación es un bajonazo, pero no queda otra. Te agarra la depresión porque ves que la gente festeja...", dice Mario Verón, el conductor.
Una vez en Once, dos compañeros de Mario se suman a la charla en el bondi. Para ellos, es la primera vez que el servicio los separa del brindis navideño con sus familias. Pero Verón tiene la bronca atragantada, porque está ahí por error. Es que entre pasar las fiestas en su casa, o arriba del colectivo, hubo una planilla de distancia. "Me equivoqué con el horario de citación. Tenía que ir a las 17 y fui a las 19. Si iba a las 5 salía a las 11 y llegaba a estar con mi familia. Me dijeron que si quería me fuera, pero soy nuevo en la empresa y si me voy por ahí me pueden llegar a suspender", explica.
El semáforo de Rivadavia y La Rioja cumple dos minutos sin detener, advertir y hacer pasar a ningún auto. El cabaret que está enfrente todavía no abre. En el corazón de la Plaza, una batería de petardos musicalizan la noche. Las cañitas de múltiples colores, parece, quedan para barrios más acomodados. Ahí, todo es encendedor, mecha y ¡Pum! "La calle es un peligro. Hay petardos en el medio, botellazos, la gente sube alterada, los autos van a los pedos y no te ven", enumera Oscar Jiménez, los peligros al volante.
23.40. Mario rechaza el convite para comer un pancho frente a la terminal de la línea 98. "Toy atrasado", se excusa. En eso, se arrima Héctor Martínez y cuando habla retiene las lágrimas: "En 17 años esta es la primera vez que me toca trabajar en Navidad. Es un bajón porque tengo a mi señora de 51 años embarazada de mellizos y está sola". Se enciende el motor y es señal de largada. En Chacarita, Papá Noel (ver video) no sabe de trineos y llega en colectivo, aunque no le cobran. "Estoy separado y le prometí a mis hijas que les iba a dar una sorpresa", cuenta. ¡Papá Noel!, le gritan dos nenes apenas pisa la vereda. 24.00 Verón es el rey de la bocina. Los vecinos que tienen sus sillas afuera agitan los brazos cada vez que la hace sonar. "Para nosotros el bocinazo es como el brindis", asegura.
Con el Cementerio cerrado, ¿será que las fiestas son días aptos para románticos también? El interrogante lo abre un puesto de flores abierto el único del barrio- sobre Federico Lacroze y lo cierra Rubén, el muchacho que lo atiende. "No vendí nada. Me preguntan si el anda el tren, cada cuánto viene el 39, si pasa el 42", se queja entre risas, mientras observa los jazmines que posan en su especie de oficina de atención al usuario de transporte público.
01.45 El 168 (ex 90) nos hace la seña de "no me anda la máquina" y no queda otra que seguir caminando. De las obras de extensión del subte B suena Déjenla que llore, de Néstor en Bloque. A un costado de la garita donde Ramón, Jonatnan y Carlos se turnan para cuidar los materiales y las máquinas, posan los vasos y los restos de gaseosa ya sin gas- con los que brindaron hace un rato. Se respira tristeza, pero prometen más cumbia para terminar "la noche más arriba", según dicen. Chau, ¿felicidades?