Hoy no puedo dejar de hablar de algo que realmente me ha tocado el corazón y creo que es fundamental discutir abiertamente: las recientes declaraciones de Nicolás Márquez, biógrafo de Javier Milei, sobre la homosexualidad, que personalmente encuentro no solo retrógradas sino también peligrosas.
En una entrevista con Ernesto Tenembaum, Márquez lanzó una serie de comentarios en los que catalogó a la homosexualidad como una “conducta insana y autodestructiva”, pero lo más alarmante es que intenta fundamentar tales dichos homofóbicos con datos y estadísticas para vincular directamente la homosexualidad con una menor esperanza de vida, propensión a enfermedades, suicidio y adicciones, entre otros problemas.
Esto no solo es un retroceso sino que también ignora completamente los avances científicos y sociales que hemos logrado hasta ahora.
Más allá de los números y estadísticas, lo que realmente importa son las experiencias humanas detrás de estos debates.
La Organización Mundial de la Salud dejó de considerar a la homosexualidad como un trastorno mental hace tiempo, demostrando que las orientaciones sexuales no son ni deben ser vistas como enfermedades. Argumentar lo contrario es, francamente, aberrante.
Personalidades como Manu Lozano, Fer Dente y Flor de la Ve no tardaron en responder, y creo que sus voces son cruciales para poder entender el impacto real de estas declaraciones en la vida de las personas.
Manu Lozano compartió su dolorosa experiencia con las terapias de conversión, resaltando cómo este tipo de ideas pueden llevar a apoyar estas prácticas destructivas y totalmente desacreditadas en la actualidad.
Fer Dente y Flor de la Ve también compartieron sus experiencias de lucha en una sociedad pasada, en la que la burla y la discriminación invadían los medios de comunicación y servían como justificación al discurso de odio.
Por eso es que comentarios como los de Márquez abren heridas y reviven dolores del pasado.
Es crucial entender que los derechos LGBTQ+ no deberían ser moneda de cambio de los partidos políticos. Esto no debe desvirtuar la esencia de lo que realmente está en juego: la libertad, el respeto y la igualdad.
El hecho de que se asocien las libertades y derechos de las personas a un tema partidario o ideológico, es al menos peligroso, ya que hay que personas que lo vinculan equivocadamente con ideología opositora.
En lo personal tengo que admitir que antes pensaba que las marchas y protestas por el ‘orgullo’ ya no eran necesarias, que ya habíamos avanzado lo suficiente, pero subestimé la situación al pensar que ya no había riesgos de retroceder sobre el terreno ganado.
Viendo cómo aún emergen voces que reivindican los discursos de odio y la homofobia, me doy cuenta de que aún queda mucho camino por conquistar y sobre todo mucho por defender.
Se trata de no creernos con el derecho a juzgar y decidir, por sobre la naturaleza de ser libres de elegir, sin molestar a nadie ni ser molestados.