Los últimos meses de 2015 fueron difíciles para Benjamín Vicuña (37): se separó -sin lograr eludir el escándalo- de Carolina "Pampita" Ardohain (38), con quien estuvo diez años, y tuvo cuatro hijos: Blanca, Bautista, Beltrán y Benicio.
Ya tomando distancia de los hechos, y apostando al amor de Eugenia "China" Suárez (24), el actor chileno abrió su corazón en la revista El Planeta Urbano y dejó entrever cómo vivió esa vorágine personal, tras la ruptura con la madre de sus hijos: "Estoy en un camino, buscando la paz... Yo creo que la vida, o las vidas, son varios capítulos de algo que uno va acumulando. Efectivamente, acabo de vivir un capítulo difícil que traté de enfrentar con toda la sabiduría y madurez posible. No es fácil, es desgarrador, pero siento que uno tiene la obligación de salir adelante, por la gente que te quiere".
"Yo creo que la vida, o las vidas, son varios capítulos de algo que uno va acumulando. Efectivamente, acabo de vivir un capítulo difícil que traté de enfrentar con toda la sabiduría y madurez posible. No es fácil, es desgarrador, pero siento que uno tiene la obligación de salir adelante, por la gente que te quiere".
Sin dar detalles de su noviazgo con la China, Benjamín comentó cuál es teoría personal sobre la leyenda de El hilo Rojo, nombre del film que le presentó a su actual amor: "Yo creo que más allá de las parejas, en los vínculos a veces el tiempo no pasa. Yo me puedo encontrar con un amigo del colegio o con mi hermano al que no veo hace un año y me doy un abrazo y es como si hubiera estado toda la vida con él. Entonces pasa eso con las relaciones, tienen una dimensión paralela al tiempo, no se desgastan, y en ese sentido existe un hilo rojo con las personas que uno ama y quiere de verdad. Incluso, me atrevo a decir que trascienden a la muerte, que uno a través de la fe espera poder seguir unido eternamente con la gente que ya no está".
Sin eludir tema, Vicuña también le puso el pecho a dolorosos recuerdos, como la partida de su hija Blanca, y contó qué aprendió de la muerte: "Es algo súper personal, no me gusta exponerlo. Los duelos, la concepción de la muerte, son cosas súper personales. Sólo te puedo decir que soy de las personas que creen que la muerte es parte de la vida y que hay que aprender a convivir con ella".
"Es cierto que me enojé mucho, pero es un proceso en el que estoy. Viví mucha rabia, mucha, mucha rabia, pero después de un tiempo esa rabia va pasando, se va asimilando y te das cuenta de que hay algo más grande y que el rencor y el odio son pequeños. Prefiero elegir la esperanza, la reconciliación con mi propia historia, con el dolor. Eso construye, lo otro es autodestructivo".
Luego, ahondó: "¿De dónde surge la esperanza o la ilusión de estar bien después de experiencias así? Yo creo en la intuición, y no sé cuánto hay de voluntad o de razón, pero el cuerpo te va llevando. También está la espiritualidad, el tratar de dimensionar cuáles son los problemas reales, diferenciar lo grande de lo pequeño, lo importante, lo trascendental. Efectivamente, en momentos difíciles o trágicos, que todos vivimos, siempre se abre una puerta de algo revelador y uno siempre saca conclusiones, y básicamente uno entiende o trata de entender un pedacito del misterio de la vida, que es una cosa gigantesca. No todo se resume en la muerte, también está el misterio de la vida: el nacimiento de un hijo, el surgimiento de un amor o tantas cosas mágicas que pasan todos los días. Entonces es lindo agradecer, agradecer constantemente el aquí y el ahora y tratar de aprender algo, de capturar algo cuando se hacen estas revelaciones. La vida no deja de sorprender, es maravillosa, es trágica, es cruel, es triste, es todo, por eso hay que tratar de vivirla sin miedo".
Por último, Benjamín aseguró que nunca perdió la fe, pero sí tuvo momentos de mucho enojo: "Tengo una formación católica que se vio contrastada con todo lo que me pasó en términos de fe y en mi visión contemporánea, moderna, más progresista y liberal sobre asuntos de la Iglesia que cuestiono profundamente, aunque siga queriéndola y formando parte de ella. Es cierto que me enojé mucho, pero es un proceso en el que estoy. Viví mucha rabia, mucha, mucha rabia, pero después de un tiempo esa rabia va pasando, se va asimilando y te das cuenta de que hay algo más grande y que el rencor y el odio son pequeños. Prefiero elegir la esperanza, la reconciliación con mi propia historia, con el dolor. Eso construye, lo otro es autodestructivo".