"¿Por qué poner dos buenas ficciones argentinas el mismo día y a la misma hora?", fue la pregunta que muchos colegas y televidentes intentaron despejar durante el año, ante la competencia de Signos e Historia de un clan. Los duelos actorales, de Julio Chávez a Alejandro Awada, de Cecilia Roth a Claudia Fontán, de Pablo Cedrón a Luciano Cáceres, o de Leonor Manso a Verónica Llinas, conmovieron a los televidentes, especializados o no. Los duelos no tan notorios, pero mucho más relevantes, fueron a nivel dirección, con Daniel Barone y Luis Ortega, y en producción con Adrián Suar y Sebastián Ortega. Estos cuatro nombres son los que sellaron la verdadera calidad de los ciclos.
Este interrogante puede tener dos buenos motivos: captar un mismo segmento publicitario y no competir con los realities, especialmente con el Bailando, el ciclo más visto de toda la tele durante 2015. Los promedios anuales indican que el concurso de baile duplicó en audiencias a los unitarios.
Si bien esto es una ley de la tele, más vieja que el agua, muchos aún se preguntan por qué dos unitarios tienen que competir. Esta mirada está basada en una falsa premisa de que la ficción es un género mayor a los otros. Como si fuese un upgrade de la realización televisiva. Por eso, nadie cuestiona por qué otros géneros si compiten diariamente, como los noticieros, los talk shows, los entretenimientos, los periodísticos, los magazines, los infantiles, los chimentos, etcétera.
Para 2016, estas competencias seguirán vigentes, entre novelas turcas o nacionales. El Trece estrenará a mediados de enero Los ricos no piden permiso (Araceli González, Juan Darthés, Gonzalo Heredia y Luciano Castro), y Telefe para la misma fecha debutará con La Leona (con Pablo Echarri y Nancy Dupláa).
¿Por qué competir con los mismos géneros en la misma franja horaria? Simplemente porque es la ley del mercado, y todas la sufren y se benefician de ella. Y como siempre, el único con la decisión final es el público.