Jazmín De Grazia llegó a la fama de la mano de su belleza con el reality Súper M, pero se consolidó en el medio a fuerza de su desfachatez e histrionismo. Ella no quería ser sólo “una rubia bonita y simpática” y por eso estudió periodismo. No sólo se recibió sino que al finalizar esa carrera comenzó a estudiar sociología para completar su formación académica.
Una verdadera rareza en un ambiente donde muchos parecen preponderar los atributos físicos antes que la preparación. De hecho, luego de su trágica muerte, su novio, Leandro Cabo Guillot, le confesó a Jorge Rial en Ciudad Goti-K que la mayor preocupación de Jazmín era ser reconocida en su trabajo como periodista:"A veces tenés que pagar un derecho de piso para ser la periodista y no la rubia modelo", reveló el joven.
Decidida a acabar con los clichés que rodean el mundo del modelaje, Jazmín participó en Duro de Domar y Animales Sueltos como panelista, y en el último tiempo escribía en la revista online Las Rosas.
Su último entrevistado fue Pablo Lescano, el carismático líder de Damas Gratis, con quien vivió una noche a pura bailanta en un imperdible recorrido por el conurbano. A continuación, reproducimos esta última nota titulada “A este rey nadie le chorea la corona”:
Estaba recién pasada la medianoche, soportando el calor de fines de noviembre, el muchacho de seguridad vagaba por la playa de cemento. El encuentro era ahí, no quedaba más que esperar mirando la calle adoquinada y escuchando el murmullo de la autopista. Hasta que una camioneta negra de llantas cromadas rompió el mutismo de la estación de servicio. Adentro, el líder de las Damas Gratis y “cien por ciento negro cumbiero”, como reza un tatuaje de su pecho. Leyenda en piel que mostró orgulloso en cuanto programa de televisión, revista y diario pudo. Con su melena semimojada, Pablo Lescano abrió la puerta del acompañante; saludó y me invitó a subir. Arrancó la 4X4 y también la noche: cuatro bailes del oeste conurbano esperaban el show del Rey de la cumbia.
Como huyéndole al reconocimiento, elige la mesa con menos luz del bar, pide un café con Bayleys que ya le sirvieron en otras oportunidades. Pablo está cómodo en su zona rivera, se le nota. Nació en San Fernando, se crió en el seno de una familia laburante. La madre, cuidaba que la tropa no deje de estudiar y Luis, su papá, manejaba la economía de la casa repartiendo gaseosas. “Vivo en un barrio privado ahora, pero estoy todo el tiempo en la calle”, se defiende de cualquier cliché que denote olvidos de origen. A diferencia de las sombras que marcan las velas del lugar, sus respuestas son claras y contundentes. Apunta y dispara. Yerba Brava o Pibes chorros, Graña o a la policía. Por diferentes motivos los identifica como habitantes de la vereda de enfrente, por rastreros, mala leche o simplemente, por marcar la ley.
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