No sólo hay aficionados a los baños de los aviones, la cosa es mucho más seria: existe el exclusivo Mile High Club y para pertenecer hay que hacerlo a más de una milla de altura.
La primera vez que estuve en un vuelo de larga distancia, de esos que cruzan el océano, me quedé encerrada en el baño. Por eso no puedo dejar de sentir alguna admiración por esa elite de personas que no sólo saben cerrar y abrir las puertas del baño de los aviones con propiedad, sino que además son capaces de tener sexo ahí adentro.
La cosa empezó como una cofradía de pilotos y azafatas. Fue uno de ellos, Lawrence Sperry el fundador del club y el primer piloto en poseer una mujer en las alturas, en 1916. Ella tomaba clases de vuelo, él era el maestro... Y pudieron disfrutar de ese revolcón aéreo gracias al reciente invento de Lawrence: el piloto automático.
Pasó mucho tiempo y los pilotos y azafatas miembros del club descubrieron que no eran los únicos que experimentaban cierta debilidad por el sexo aéreo y comenzaron a aceptar también a pasajeros que tuvieran y fueran capaces de relatar una experiencia en las alturas.
Comparto con ustedes una de las que están publicadas en la sección de historias del Mile High Club. La firma un muchacho de 24 años que volaba desde Detroit a Washington para visitar a un amigo y justo se encontró en el mismo vuelo que la madre de su amigo: "Una mujer de 45 años, pero que está muy buena. Antes de abordar estuvimos coqueteando, pero nada serio. Claro que yo quería saber si tenía una oportunidad con ella. El asiento de al lado mío estaba vacío, así que la invité a sentarse conmigo. Empezamos a hablar y le dije que me parecía una mujer muy sexy y que formaba parte de mis fantasías. Ella quiso saber cuáles eran esas fantasías y le dije que tener sexo con ella en este avión. No pensé que fuera a aceptar, pero supongo que ella me deseaba a mí tanto como yo a ella, porque me dijo que la fuera a buscar al baño unos minutos después..."
La historia sigue, incluye la parte en que la mujer le baja los pantalones en el brevísimo lugar que les dejaba el baño. El muchacho asegura que fue el mejor sexo de su vida. Y luego se hizo socio del Mile High Club.
El baño no es el único lugar, hay anécdotas de butaca también y entre los pilotos, sobran historias de cabinas. El único requisito es estar a más una milla de altura. Los seguidores del club no son pocos y hasta hay quienes preparan cuidadosamente su ingreso, gente que planifica un polvo aéreo para convertir a su pareja en un nuevo miembro.
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