Maiakovski se autodefinió alguna vez como una nube con pantalones. Deberíamos precisar la paráfrasis y decir que Paoletti sigue siendo (incluso doctor) una nube eléctrica con pantalones, aunque tantas veces sea también una muy exacta nube acústica. El rock está lleno de nubes (desde la nube 9 de Lennon -en Toronto- a la indudable de Vox Dei), pero la excepcionabilidad de esta nube es su perdurabilidad. Recuerdo muy nítidamente una conversación que tuvimos con Paoletti en el verano de 1990, en una casa inmensa con pileta que entonces alquilaba, (siempre) en Monte Grande. Hablábamos de la necesidad de hacer canciones. Me dijo: "No sé bien por qué escribo canciones pero sí sé una cosa: dentro de unos cuantos años, cuando no tenga muchas ganas de hacer nada y ya no sea joven y mis hijos me pregunten en qué gasté mi adolescencia, les voy a hacer escuchar mis discos y les voy a aclarar: en esto". Pasaron casi veinte años y Paoletti tiene una banda tan buena o mejor que la de aquella época, es un compositor genial y Dante, su hijo, no tiene necesidad de escuchar los viejos discos: puede oir los nuevos temas de su papá en vivo. Y sobre todo estar seguro de una cosa: esa nube no sólo persiste, sino que tiene electricidad para rato. Doctor Paoletti, salud.
Rafael Cippolini