"Llevo tatuado su nombre (refiriéndose a Bono de U2) en mi pierna. Lo amo desde hace años y sé que nunca me va a dejar de gustar", dice una fanática en un foro de Internet de la banda de rock irlandesa.
Y al hablar de fanatismos, quién no ha visto como se suceden, ante la llegada de un ídolo internacional, largas guardias de adolescentes que los esperan con actitud eufórica y desenfrenada. Se conforman con verlos, con estar ahí, y que su artista sepa que existen en forma incondicional.
Los esperan en la puerta de los hoteles, los siguen en caravanas, saben todos sus movimientos. Por qué puerta van a entrar, o por cuál saldrán. Y si su fanatismo es extremo, son capaces de hacer un paréntesis en su vida durante el tiempo que su ídolo permanezca en el país, respire su mismo aire, y así lo demande.
Pueden llegar a gastar impensadas sumas de dinero en cada uno de los shows a los que asistan, generalmente, en la mejor ubicación. No importa cuanto inviertan, eso formaba parte del presupuesto desde el mismo momento en que supieron que en tal fecha, su estrella soñada, vendría a la Argentina.
Una vez que llega la presentación, el ritual comienza: arman sus carpas, pernoctan haciendo filas en las inmediaciones del estadio o teatro en el que toquen y lloran desencajados, o bailan, ante toda cámara que los enfoque.
Conocen todo sobre su ídolo: fecha de cumpleaños, signo del zodíaco o su comida favorita. Son capaces de saber los datos más curiosos, sus gustos más íntimos. Otra ventaja: desde que apareció Internet, el número de fanáticos se multiplicó en todo el mundo ya que es mucho más fácil conectarse y compartir con otros pares, el fanatismo por su estrella.
Pero el fenómeno de los fans no es reciente y cada época ha tenido su ídolo musical por excelencia. Si hablamos de rock y pop internacional, en los años 50, Elvis Presley hacía delirar a las niñas con sus movimientos de caderas. En los 60, eran Los Beatles quienes provocaban histerias masivas y tenían su contrapunto en Los Rolling Stones, seguidos por jóvenes más contestatarias. Más tarde, los 70 tuvieron como auge a Abba y Bee Gees, mientras que los 80 trajeron a Madonna, Michael Jackson y Prince. La primera, aún súper vigente y más exitosa que en aquel entonces.
Actualmente, también despiertan el clamor multitudinario de las jóvenes, latinos como Ricky Martin, Luis Miguel o Chayanne, por nombrar sólo a algunos. Y muchas mujeres maduras hoy, saben bien lo que han delirado por Sandro o Cacho Castaña.
Las más pequeñas, también vierten su fanatismo por otros adolescentes que las hacen gritar a lo loco: el elenco de Casi Ángeles o algunos personajes de Patito Feo, suelen ser vivos testigos en cada presentación teatrera, como así también en otras épocas lo fueron el grupo nacional Bandana o su versión masculina, Mambrú.
¿Cómo se explica tanto amor e incondicionalidad?
El psicólogo Javier Camacho afirma que "el fanatismo por un artista tiene que ver con la adolescencia y está basado en la proyección de un idealismo. Ver en la persona idolatrada sus propias ganas, proyectos y rasgos. Es un fenómeno parecido al enamoramiento: proyectan en el otro todos los aspectos positivos y es muy fuerte porque se pone mucho en pos de otra persona".
Según Camacho, los fanáticos se enamoran de un imaginario, "el fanatismo crea en las personas un sentido de pertenencia y una necesidad de agruparse para identificarse. Se dice que es más cercano a la adolescencia porque después, la persona va creciendo y se va vinculando a otros ámbitos más variados", concluye el licenciado.
¿Quién no tuvo un fanatismo adolescente? Ese que nos hacía delirar... ¿Cuál fue el tuyo? ¿Te considerás una persona fanática por excelencia, más allá de la edad, o es algo que quedó en el pasado?
Fuente consultada: teleantioquia.com.co
http://www.teleantioquia.com.co/Programas/+QuePiel/Temas/ClubdeFans.htm