Nueve años tiene Caio, un brasileño que abraza sueños grandes de pelota. Es bueno, muy bueno, dicen en su entorno. El papá, Israel Werneck, un ex futbolista que hoy se gana la vida como puede en una empresa de servicios, se apura en aclarar que su pequeña joya , "no es Pelé". Videos, fotos y demostraciones personales bastaron para que la Roma, el poderoso club italiano, cerrara una transferencia que desata en Europa tanta polémica como asombro. Lógico, no son pocos los dedos acusadores que lanzan cuestionamientos al club y ni hablar a la familia. En el congreso brasileño, por lo pronto, pararon las antenas , a partir de éste y otros casos. Hay proyectos dando vuelta para frenar "la venta indiscriminada al exterior" de jugadores menores. Caio, mientras tanto, se divierte haciendo jueguitos, de un botín al otro.
Desde su linda inocencia, dice: "Quiero ser zaguero. Tengo fuerza para jugar en esa posición". ¿Cómo llegó a las garras de la Roma? Participó de una clínica que el club hizo en Petrópolis, una ciudad ubicada a unos 70 kilómetros de Río de Janeiro. Lo vieron y después de una minuciosa selección, se lo llevaron a las apuradas a Europa, donde se someterá a un estricto régimen formativo. Estudiará, sí, pero siempre teniendo el fútbol como prioridad, hasta que llegue el día (o no, quién sabe) que haga su presentación profesional.
"Mi hijo no es un fenómeno, ni lo será jamás, pero sabe realizar bien todos los fundamentos del fútbol desde los seis años. Tiene todo para convertirse en un buen futbolista", plantea algo culposo el padre. Según la madre, Alessandra, Caio se adaptó rápidamente a la vida en la capital italiana, donde desde hace cuatro meses comparte el tiempo entre la escuela y los entrenamientos.
No hay estadísticas seguras sobre el número de futbolistas brasileños que abandonan el país en búsqueda de mejores oportunidades. Las cifras usualmente manejadas por la prensa indican
que, entre 2004 y 2007, Brasil exportó a 3.597 futbolistas . Ese número, sin embargo, no incluye a quienes se van muy jóvenes, como el delantero Alipio, quien dejó Brasil hace unos años (hoy tiene 16) para buscar espacio en Portugal, donde lo descubrió el Real Madrid y rápidamente compró su pase.