Era casi medianoche en un hotel de lujo de Atlanta, y Robin Williams recuperaba fuerzas después de presentar su show en el vecino teatro Fox. Recostado en su suite apenas iluminada, estaba agotado pero de buen ánimo; la llave mecánica oculta en su espalda funcionaba a baja velocidad, y el flujo de asociaciones libres y voces bufonas que emana incesantemente de él se iba reduciendo a un goteo apenas.
Williams, 58, había estado desmenuzando su actuación de 90 minutos, pero sus pensamientos volvían a un encuentro posterior para saludar a miembros VIP de su público. Allí, entre los admiradores que habían pagado extra por estrechar su mano, conseguir su autógrafo y decirle que estaban contentos de ver que seguía con vida, una mujer le había dicho que, gracias a su comicidad, se había curado del cáncer.
Cuando le pregunté cómo hacía para seguir despertando semejante devoción de su público después de un período de tres años en el que luchó contra el alcoholismo, el divorcio y una cirugía cardíaca, Robin Williams se incorporó y soltó una carcajada alegre y estridente.
"Ya sé qué está pensando", dijo. "¿Cuál es mi credibilidad? ¿Por qué me piden consejos? ¿No hay nadie más calificado?"
En medio de una racha de sufrimiento, Williams reanudó su primera gira como cómico desde 2002, a la que ya había llamado Armas de autodestrucción antes de tener que parar para someterse a una operación de reemplazo de válvula aórtica en marzo. Suponiendo que llegue a concluirla, su itinerario terminará con una serie de nueve noches en Nueva York y Atlantic City, seguidas por el estreno de un especial en HBO el 6 de diciembre.
De más está decir que el Robin Williams que subirá al escenario el lunes en el Town Hall de Manhattan no es el mismo hombre que empezó la gira en septiembre de 2008, y no sólo porque ahora tenga una válvula bovina en el corazón. Se ha vuelto más introspectivo y más agradecido por lo que tiene. ("Uno empieza a apreciar las cosas pequeñas, como caminar por la playa con un desfibrilador".)
Recién ahora que se encuentra con ánimo de confesión, el locuaz Williams no está seguro de saber cuándo parar. "¿Cuánto más puede uno llegar a dar?" preguntó retóricamente. "¿Fuera de una operación, literalmente, a corazón abierto en el escenario? No mucho. Pero la única cura que tengo en este momento es la honestidad de decir: éste sos vos. Yo sé quién soy".
En una carrera que abarca más de 30 años, Williams se hizo famoso como el tipo maníaco que no para de hablar en numerosos shows stand-up y películas como Buenos días, Vietnam y Aladdin. La fuerza bruta frenética de su actuación puede llegar a intimidar, manteniendo a la vez su público a distancia.
"Siempre sentí que la velocidad cegadora y la chispa de ingenio de Robin era un esfuerzo de ocultamiento más que de revelación", dijo Eric Idle, un amigo de años. "Podía estar hablando de algo personal o sexual, pero siempre en general, no sobre él".
Sentado en un avión privado en camino a Jacksonville, Florida, a la mañana siguiente de su show de Atlanta, Williams, compacto e hirsuto como siempre, parecía sereno y discreto. Habló tranquilamente, yo con entusiasmo, del manga y el animé japoneses, de sus videojuegos favoritos salpicando sus palabras con el ocasional chiste breve o el comentario fuera de lugar de Liberace o de una anciana judía.
Cuando la conversación giró a su vida personal, Williams aclaró que no le daba vergüenza hablar del tema, ni en privado ni en el escenario, frente a miles de personas.
"Sería demente no hablar de eso", dijo. "Bueno, ¿qué pasó? Nada . Eso es lo que pasó y todo el mundo lo sabe".
La imagen de Williams como un cómico genial -imagen cultivada a través de una serie de papeles cinematográficos sentimentales y pegajosos- sufrió un desgaste en 2006 cuando se internó en un centro de rehabilitación por alcoholismo. Si bien el hecho tomó a sus fans por sorpresa, sus familiares dicen que fue la culminación de un ciclo de meses de juergas y confrontaciones. "Muchos de nosotros nos preguntábamos muchas veces, Eh, ¿qué diablos está pasando? , dijo Zak Williams, 26, hijo del comediante y su primera esposa, Valerie Velardi. (Williams tiene también una hija, Zelda, y un hijo, Cody, de un segundo matrimonio con Marsha Graces). Zak no dio detalles sobre las discusiones que llevaron a su padre a un período de rehabilitación, pero simplemente dijo: "La cosa venía con un ultimátum". Y agregó, "Estoy seguro de que si seguía bebiendo no estaría vivo en este momento".
Williams, que abandonó la cocaína más o menos en la época en que nació Zak, dijo que no había resuelto totalmente los problemas que había debajo de esa adicción. "Todavía en el fondo estaba aquella voz que me decía Psst ", dijo, haciendo una seña con el dedo. "Entonces, cuando reincidí, volví con todo. Lo que no había abordado era, ¿con qué honestidad querés vivir?"
Las presentaciones de Autodestrucción que Williams empezó el año pasado, sobre el telón de fondo del divorcio de su segunda esposa, fueron pensadas como una plataforma para responder a esa pregunta (y para ganar dinero cuando no estaba contento con los papeles cinematográficos que le ofrecían). No obstante, en febrero y marzo empezó a tener problemas para respirar, acompañados por una tos molesta. Entre una actuación y otra en Florida, un médico le dijo a Williams en un primer momento que tenía una dolencia respiratoria; después una angiografía reveló, dijo que "esa válvula estaba, pffft. Reventada". El 13 de marzo fue sometido a una operación en la Cleveland Clinic de Ohio, y durante las semanas de recuperación se instaló en su casa en Napa, California.
Williams sintió "un poco de miedo" de que su válvula defectuosa o la operación propiamente dicha pudieran matarlo. Amigos que lo vieron en esa época pensaron que su problema cardíaco era más severo.
Pese a su renovado entusiasmo por la honestidad, Williams dijo que no se considera una persona implacablemente honesta. Comparándose con su amigo y mentor, Richard Pryor, a quien calificó de "la persona más honesta que he conocido en la comedia", y que hacía bromas hablando de prenderse fuego mientras inhalaba cocaína, Williams dijo que no está a su altura.
"Era así de brutal. Muchas veces era tan abierto porque todavía seguía bebiendo. A veces podés ser así de honesto, pero, ¿podés aceptar las consecuencias?" Williams dijo que todavía le falta coraje para "hablar de eso abiertamente". "En una habitación llena de alcohólicos puedo", dijo.
Mientras hace las paces con su familia, Williams sigue asistiendo a las reuniones de alcohólicos anónimos. Mientras, durante algunas noches más este año, Williams cuenta con el apoyo de sus fans, pero está aprendiendo que lo que debe compartir con ellos tiene sus límites.
De su presentación en Atlanta (un teatro con bar abierto) recordó un diálogo con una espectadora que, al volver a su asiento con las manos cargadas de tragos, sin darse cuenta le ofreció uno a él. "Me dijo: Vamos, Robin, una copa. ¿Whisky con menta? " dijo Williams, exagerando un poco. " No, señora, gracias. Realmente no puedo acompañarla . Nadie le había avisado".«