Voy a hacer algo que no hago con frecuencia: voy a contar una intimidad. Una intimidad propia, no ajena. De las intimidades de los demás y de la intimidad en general, hablo siempre. Pero hoy no se me ocurre ejemplo más ilustrativo que este recuerdo que me salta como un resorte en la memoria.
Hace muchos años, una vez en plena acción, un varón en uso de todas sus facultades me apuró de la siguiente manera: "A los hombres también nos gusta que nos chupen las tetas". La demanda estaba clara y obedecí. Fui corriendo a mordisquearle el pezón. Qué iba a hacer. Pero confieso que no sabía muy bien en qué consistía lo que estaba haciendo, no se me había ocurrido hasta ese momento ir especialmente a ese lugar y posar ahí mi lengua. Osea, yo no sabía que había hombres que se ponían a mil si les chupabas las tetas.
Bueno, para que nuestros parámetros retrógrados se queden tranquilos, es totalmente "normal" (todos sabemos que lo normal no existe, pero esa es otra teta que nos gusta chupar...). Los pezones de los hombres, al ser estimulados, provocan la liberación de oxitocina, una hormona que está asociada al placer sexual y que, para que se den una idea, también sale disparada por la corriente sanguínea de los caballeros frente a la estimulación de los genitales. Ahí tienen la explicación científica.
Muchos hombres incluso disfrutan, en un sentido bien sexual, de caricias en toda la zona del pecho. De más está decir que los pezones tienen una sensibilidad extraordinaria y que la diferencia entre un toqueteo estimulante y una manipulación molesta puede ser sutil. Pero quién mejor que una mujer para saber cómo tratar un pezón ¿no?
Claro, he aquí por qué para algunas puede ser un poco inquietante eso de andar acariciando pezones: ¿no es un poco lesbiano?