Después de 8 meses y unas cuantas versiones en el camino, Susana Giménez (Telefé, domingos a las 21.30) volvió a la TV, con un debut que marcó 32,8 puntos de rating, según Ibope, con un pico de 34,8: su marca más alta de los últimos cinco años.
Si hay alguien -después de 22 exitosos años en pantalla- de quien no se espera nada nuevo al comienzo de una temporada es de Susana Giménez (además de Mirtha, claro). Simplemente, porque ha hecho de su formato un clásico y nunca ha mostrado ninguna intención de modificar su esencia, más allá de algún retoque cosmético. Sin embargo, el cambio de frecuencia -de programa diario a envío semanal- hacía presumir un replanteo fuerte de la propuesta, mucho más cuando en la previa se habló de "gran show para el domingo a la noche". Pues no, la presunción se mostró errada y lo que mostró el debut fue un programa como los de siempre (los diarios), pero de dos horas cuarenta y cinco.
Con la misma escenografía (el living de siempre, el escritorio con los retratos de Rita Hayworth y Sandro y el escenario para los shows), los mismos tics (sus habituales despistes, alusiones a su baja de peso y salidas con su sello como "Bernasconi, el presidente de Italia"), los mismos contenidos (juegos, shows, entrevistas y sketches) y fundamentalmente el mismo espíritu. Ese espíritu que, a lo largo de más de dos décadas, ha consagrado al programa como un notable fenómeno de televisión popular.
Todo arrancó, si se quiere, con una buena señal. Lo primero que se vio, aún antes de la apertura, fue un breve sketch telefónico con Susana en la piel de una empleada de una ONG que recibe quejas de consumidores. Luego llegó una sucesión muy rápida de imágenes fotográficas recorriendo su larga trayectoria y la corporización de una Susana niña que sueña con su futuro cuando sea grande. Un pase de magia de Mike Amigorena convirtió a la Susana niña en la actual. Ensayó unos pasos de baile con Marcelo Iripino (se patinó y casi tenemos un disgusto), dialogó con "la niña que fue" y formó parte de un cuadro de apertura en el que se movió poco y nada (apenas un poco de bracitos y un par de pataditas a ritmo).
Luego sí, fue tiempo de los contenidos: un juego nuevo, el "Ba Ba Boom", que resultó mucho más simple que la incomprensible explicación que intentó Susana; una entrevista a Shakira, grabada en Bahamas, en la que lo más jugado que le preguntó fue que si cuando están solos con Antonito (De la Rúa) juegan a algo; un sketch con Francella, rendidor como siempre; la actuación del combo Soledad, Los Nocheros y el Chaqueño Palavecino, seguida de una charla en el living con el personaje de La Tota (Miguel del Sel), un partido de truco con Oscar González Oro; El Juego del Millón; el sketch con la abuela de Gasalla, que no estuvo particularmente lucido; un homenaje a Sandro por el Día del Amigo, con fragmentos de su visita al programa en el 91; y despedida y cierre musical con un cuadro de El Fantasma de la Opera. "Gracias Fantasma, que divino", alcanzó a agradecerle la diva al protagonista del musical antes de despedirse. Habían pasado 15 minutos de la medianoche y la vuelta de Susana había despejado todas las dudas.