Nada, pero nada, parece imposible si se trata del fenomenal Kobe Bryant, quien en la medianoche neoyorquina dejó helados y a la vez sorprendidos (sí, una vez más) a miles de fanáticos que lo vieron batir el récord de anotaciones personales en el histórico Madison Square Garden. Marcó 61 puntos y lo ovacionaron más que a Obama en su primer día como presidente de los Estados Unidos. El escolta, héroe absoluto del mundo NBA, condujo a los Lakers hacia una clara victoria como visitantes (126 a 117) frente a los Knicks y de ese modo barrió con los anteriores números en el coliseo de la Gran Manzana: 55 de Michael Jordan y 60 de Bernard King.
El escolta estrella de los Lakers, con tres tiros libres, superó la marca de Jordan a falta de 3:56 minutos para la conclusión del encuentro y el registro de King cuando restaban 2:33.
Ante semejante demostración de perfección, los fanáticos (todos, sin distinción de camiseta) se pusieron de pie para dedicarle un contundente "MVP, MVP..."
La marca de Bryant también fue la mayor anotación individual que se consigue en la NBA en lo que va de competición y el partido número 24 de su carrera que logra 50 o más puntos, mientras que fue el quinto encuentro de su carrera disputado en el Madison Square Garden que supera la barrera de los 40.
"Es una bendición hacer lo que amas y vivir un momento como este. Este es un lugar especial. Los aficionados te abuchean durante todo el partido, pero también aprecian algo bueno. Fue increíble ver a todo el recinto aplaudir al final". Textual de Bryant, tras una noche mágica.
Tiene cosas que lo distinguen del resto, es la definición que bajan los expertos. Tan simple como expresivo, cuentan que en 2002, cuando Manu Ginóbili empezaba a caminar en la NBA, preguntó: "¿Quién es ese chico blanco?" Le contestaron: "Ya sabrás quién es, tarde o temprano..." En ese mismo partido, con un robo clave a la estrella de Lakers, Manu se hizo notar y tres años después recibió uno de los elogios más significativos de su carrera. "¿Por qué jugador pagaría una entrada? "Por Ginóbili. Es el que más me gusta ver jugar", dijo, sin titubear.
Además de estar en la elite de máximos anotadores , a Kobe lo pierde el fútbol. Se define, simpáticamente, como "un patadura... Creo que puedo jugar al fútbol, pero sólo porque tengo piernas bonitas (sic). Pero no podría vivir de eso... Lo mío es el baloncesto." Cierto. Gasta las horas viendo al Barcelona y su debilidad es Messi, de quien guarda el papelito de un autógrafo como uno de sus tesoros más preciados. Tal es su amor por el club catalán que antes de fin del año pasado se animó a posar en la tapa de la revista estadounidense ESPN vestido con los colores del Barça.
El genial Kobe (hijo de Joe "Jelly Bean" Bryant, quien jugó ocho temporadas en la NBA), llegó a la liga sin pasar por la universidad, directo desde la secundaria Lower Merion. Fue elegido por Charlotte Hornets en el puesto 13 de la primera ronda del draft de 1996, pero luego pasó a los Lakers a cambio del pivote serbio Vlade Divac. Con la camiseta de Los Angeles, anotó 81 tantos el 22 de enero de 2006, la segunda marca más alta de puntos de la historia, detrás de los 100 conseguidos por Chamberlain en 1962.