Sergio y Jimena se conocieron hace algunos años; si bien los primeros meses sintieron una fuerte atracción, la relación siempre fue algo tormentosa. Fue así que al sexto mes decidieron separarse.
Lo hicieron, pero volvieron a los quince días. Ese fue el principio de una práctica que se repetiría durante los casi cuatro años siguientes que duraría la relación.
"El tema es que las separaciones, más allá de ser reiterativas y saber que podían implicar un reencuentro posterior, cada vez se hacían más dolorosas", cuenta Jimena, de 32 años.
En cada impasse, ellos -cada cual por su lado- tenían la plena convicción de que en algún momento volverían a estar juntos. Si bien no era un patrón exacto de tiempo, era un círculo que comenzaba y terminaba de la misma forma: cada reencuentro era totalmente sincero, lleno de certezas de que el amor era más fuerte, y que juntos podrían modificar lo que tanto molestaba del otro. Claro que, meses más, meses menos, todo los llevaba a desembocar en otra nueva separación.
"Era terrible vivir con esa amenaza latente. Sentía que no podíamos estar juntos ni separados. Trabajé mucho este vínculo que, más allá del amor, me hizo vivir amargada durante muchos años, hasta poder soltarlo", confiesa ella, con un gesto de alivio reflejado en su cara.
Hoy, Jimena está separada de su ex desde hace casi un año, y ya no siente miedo de que haya una nueva "recaída". "Al contrario, siento que estoy curada. La nuestra era una relación totalmente adictiva y destructiva. El corte lo hice yo en primer lugar, pero fue algo totalmente interno, ya que de nada servían las palabras de la gente que me quería, y quería verme bien. Mi proceso fue largo, pero al menos logré terminar a tiempo, antes de que esta relación terminara conmigo", concluye.
Y no es ella la única, muchas personas pasan sus días en relaciones estables, pero con una inestabilidad intrínseca que las hace totalmente dañinas para la vida diaria.
Viven amargadas en un vínculo que se hace muy difícil de cortar porque, justamente, en ese dolor también se encuentra el placer.
No son pocas las razones que llevan a que estas parejas transiten ese tipo de "enganches"; las historias personales de cada uno harán de las suyas para que, una vez que se encuentran, vivan una especie de encastre perfecto. Ese laberinto que los tiene encerrados en ellos mismos.
Sin embargo, es posible cortar con esos vínculos. Lleva tiempo y muchísimo trabajo pero, seguramente, el reflexionar acerca de que tipo de vida queremos para cada uno de nosotros nos hará dar cuenta de que, sin dudas, todos merecemos ser felices.
Vos, ¿sos de reincidir con tus parejas?