La tira de Telefe que protagonizó Facundo Arana llegó ayer a su final. En este último capítulo cerraron todas las historias que se desarrollaban en paralelo, con felicidad desbordante en todos sus desenlaces. Porque en "Vidas robadas" los malos bien malos terminaron bien muertos, los villanos románticos terminaron libres y los buenos terminaron felices y comiendo perdices.
A grandes rasgos, la ficción se despidió de la pantalla jugando con las dualidades. En este último tramo murieron y resucitaron todos: Nicolás (Juan Gil Navarro) se suicidó, revivió, mató a Bautista (Facundo Arana) y murió acribillado por una balacera. Todo en los primeros 20 minutos. En tanto el personaje de Arana, mientras era velado en el resto del capítulo, apareció en las tres últimas escenas utilizando el viejo recurso de la muerte simulada.
Y si de muertes simuladas hablamos, no nos podemos olvidar del archi malvado Astor Monserrat (Jorge Marrale), que cuando creía que escapaba impune y estaba listo como para seguir con su carrera delictiva desde la clandestinidad, aparece Dante (Adrián Navarro), el malo más querido de todos y se encarga de vengar a todos matando a Astor de la forma más cinematográfica posible: con una explosión.
Mientras tanto, Juliana (Sofía Elliot) volvió a los brazos de su madre (Soledad Silveyra) y Pontevedra (Carlos Portaluppi) fue el encargado de poner la cuota de casamiento dando el "sí, quiero" a Alejandra (Silvia Kutika).
Terminó "Vidas robadas", una ficción comprometida, que le dio un tirón de orejas a una sociedad argentina mostrándole a la hora de la cena una problemática tan real como cercana: las esclavas que en la actualidad están secuestradas y son explotadas sexualmente. Si "Vidas robadas" hace que cada día haya menos Maritas Verón, y las que hay, pronto encuentren un final como el de Juliana, los involucrados pueden dormir tranquilos.