Pablo, un estudiante de 26 años, confiesa que le cuesta mucho negarse a los pedidos de otros. "Generalmente evado esa simple palabra, la siento poco cortés. El tema es que cuando en mi cabeza es un NO y en mis palabras un SI, termino sin hacer eso que había acordado y quedo como un chanta".
Así como él, son muchos los imposibilitados de decir ese aparentemente inofensivo pero antipático monosílabo.
El caso de Valentina es selectivo ya que con frecuencia, su mayor problema de poner límites se expresa con su ex pareja.
"Cuando él se fue de casa tras dos años de convivencia sufrí mucho. A los cuatro meses, y cuando ya estaba casi recuperada, volvió. Me pidió perdón y lo acepté. Seguimos juntos un tiempo más y otra vez empezó con su confusión. Actualmente, transformamos la relación en algo free que no conduce a nada. Lo peor es que aunque sepa que es inútil, tampoco puedo decir NO", cuenta angustiada.
Por qué cuesta tanto negarse aunque esa sea la mejor opción?
Sin dudas, el negarse a hacer ciertas cosas -dañinas para uno- implica auto respeto pero también un cierto temor a la pérdida, resultado de esa decisión.
"Hay varios motivos por los que a una persona le cuesta decir NO y estoy de acuerdo con que la gran fantasía es el miedo a ser no querido o rechazado", opina la terapeuta Sandra Pisú. "Mucho dependerá de los aprendizajes familiares en donde el negarse a hacer algo está mal visto y aceptar es lo correcto", agrega.
El problema es que en futuras relaciones, muchos creerán que el decir SI los llevará a ser aprobados por el resto, que incluye principalmente a la persona amada. ¡Error!
"Piensan que negarse les hará perder el amor del otro, entonces caen en la comodidad de la aceptación, aunque en el fondo, incomode. Lo malo es que vamos comprobando que el costo de ser reconocidos, en estos casos, es demasiado alto. Así es como nos encontramos aceptando trabajos que nos llenan de presiones, parejas en donde la prioridad está en al necesidad del otro o siendo permisivos frente a hijos con serios problemas de conducta", concluye Pisú.
Esas consecuencias negativas son el resultado de la falta de límites entre uno y el resto. Es falso pensar que se nos va a respetar más si accedemos a todo lo que se presente en el camino porque paradójicamente, sucederá lo contrario.
Coincidir entre el pensamiento y el discurso es altamente aliviador, y sanamente recomendable, sobre todo para saber por qué otros motivos se podrá valorar a alguien que también sepa decir NO.