Definitivamente, el casamiento entre el diseñador de modas Roberto Piazza y Walter Vázquez no sólo fue una declaración de principios de toda la comunidad gay en su conjunto, sino que además fue una gran enseñanza a todo el pacato pueblo argentino en general: sin lugar a dudas, ellos sí que saben divertirse.
Sin ir más lejos, ayer la flamante pareja de marido y marido comenzó su Luna de miel en el lugar más chic y prestigioso de nuestra televisión argentina, el living de Susana Giménez. Como una tía ausente con aviso, Susana escuchó los pormenores de la fiesta y con las imágenes que le llevaron, claramente se la pudo ver mordiéndose el labio inferior en clara señal de arrepentimiento por no estar presente en la disco Amerika, lugar donde Piazza-Vázquez formalizaron su unión civil.
Las imágenes del casamiento recorrieron los noticieros, los programas de chimentos y, por supuesto, el programa de Susana. Todo lo que se vio se puede resumir en tres palabras: fiesta, fiesta, fiesta. Como si fuera una película del director español Alex de la Iglesia, las imágenes de la promocionada boda generaban en el televidente común un dejo de envidia sana. Porque es sabido que estar en un lugar tan libertino, liberal y amistoso como se mostró esa fiesta de casamiento, cómo mínimo significaba llevarse como souvenir una excelente anécdota para nuestros amigos del barrio.
Afortunadamente, poco a poco va cambiando la mentalidad y una mayor apertura se palpa en el aire. Piazza es feliz, su marido es feliz, sus invitados fueron felices y hasta los que lo quieren a la distancia se pusieron contentos con el presente del diseñador de moda. Él siempre vendió su historia de amor como un cuento de hadas. Y lo materializó con una fiesta de casamiento dantesca, donde la diversidad llevó la voz de mando, donde la tolerancia fue una bandera, donde la diversión estuvo presente de principio a fin. Felicidades a la flamante pareja, y esperemos que con sus delirios de grandeza contagien un poco (bastante) a toda la sociedad con algo de su alegría.