La muerte de dos colombianos acribillados a balazos en un centro comercial de Martínez y el brutal asesinato de tres hombres ligados a la importación y venta de efedrina presuntamente ligados al narcotráfico, que aparecieron ejecutados en un descampado de General Rodríguez, hizo estallar el alarma entre las autoridades bonaerenses y todavía replica en todos los medios del país. ¿Sicarios que desembarcaron en la Argentina para desatar una estampida de violencia que recién empieza? ¿O simple coincidencia? Por un lado, el tema de los "killers" no es nuevo. Asesinos a sueldo, profesionales o sin experiencia, que reciben dinero para matar a alguien.
La víctima, para el matador, deja de ser un hombre o una mujer para transformarse en "un contrato", según la jerga policial. El desembarco del narcotráfico, que tampoco es nuevo, sí habría agregado un elemento que hasta el momento parecía no tenerse en cuenta. La certeza de que grupos ligados en su mayoría a la producción o al tráfico de drogas en el exterior, pero con negocios y bases en el país, contraten o hayan enviado sicarios también extranjeros para cobrarse alguna deuda impaga, terminar con algún enemigo manifiesto o socios "descarrilados" y poco cumplidores.
Los precios de estos contratos varían según las características de la víctima, de las personas necesarias para hacer el "trabajo" y de la importancia de quien lo encarga. Pero además, la certeza pasa también por el hecho de que estos "killers" venidos de afuera cuentan con algún tipo de apoyo interno: un grupo de gente que prepara el terreno, los elementos y el plan para que el hecho se ejecute de manera exitosa (ver video). Esa es la sospecha en cuanto a los casos de Sebastián Forza, Damián Ferrón y Leopoldo Bina (asesinados en General Rodríguez).
En el triple crimen se tiene la certeza de que actuó un grupo de entre seis y ocho personas, y que al menos tres de ellos dispararon. Un equipo muy profesionalizado que además contó con apoyo. Así lo arrojó tanto el examen del lugar del hecho y los cuerpos, como la investigación de las víctimas (y una cuarta que se habría suicidado). Entre los sicarios pueden diferenciarse al menos tres tipos: los ultraprofesionales, los oportunistas y los improvisados.
Estos últimos, por lo general adolescentes marginales usados como asesinos por bandas rivales, son los que más abundan. Así lo revelaba hace unos años el actual jefe de la Policía Bonaerense, el superintendente Daniel Salcedo. De acuerdo a su cálculo, anualmente "entre el 5 y el 10 por ciento de los homicidios en la provincia tienen características del crimen por encargo, sobre todo de los más baratos: los que pagan los propios delincuentes para eliminar a algún enemigo, rival o entregador". Entonces se hablaba de mil homicidios por año en territorio bonaerense. Hoy la cifra de asesinatos se habría duplicado, pero fuentes del área consultadas no quisieron confirmarlo.
De todas maneras, todos coincidieron en que los crímenes por encargo cometidos por sicarios representan una franja mínima de la palestra de asesinatos diarios. Y por lo general, responden a la categoría de "improvisados". Así ocurrió en julio de 2002. El fiscal de Lomas de Zamora Andres Devoto logró acreditar el pago de 2.400 pesos de un puntero de la droga de Burzaco, apodado "El rengo", a dos hombres, para matar a un acreedor. Un testigo contó cómo había sido el trato entre el narco y los asesinos. El fenómeno que parecía en crecimiento, surgía también en Capital.
En diciembre de 2003, un hombre entró a un cibercafé de Villa del Parque, se sentó ante una computadora y pidió una gaseosa. No tocó ni una ni otra: esperó unos minutos, se levantó y fue hacia el fondo del local. Se acercó al dueño del negocio era de nacionalidad china y estaba durmiendo, le pegó un tiro en el pecho con una pistola 22 con silenciador y se fue. El viernes 12 de setiembre de 2003, en Caballito, tres hombres llegaron a un supermercado ubicado en Rivadavia al 5500. Eran las 21.15. Dos se ubicaron en la puerta. El tercero sacó una pistola 3.80 y le disparó en el pecho a la dueña, Xiufang Huang (42), que estaba en la caja. La mató. Giró y le tiró en la cara al marido, que quedó herido al igual que un sobrino. Los tres killers desaparecieron.
En los barrios más marginales de San Martín, por ejemplo, las bandas más organizadas a veces delegan los ajustes de cuentas. "Por testimonios de identidad reservada sabemos que en las villas hay mucha oferta de jóvenes de entre 16 y 23 años a los que se contrata para que maten gente, o rivales, por poca plata", confió hace tiempo una fuente judicial de esa jurisdicción. Dentro de esa gama entrarían también los homicidios ocurridos en el marco de la guerra de narcos por el control del negocio de la droga en Capital Federal. Una fuente judicial consultada para esta nota, aseguró que en esa "guerra" suele darse que algún miembro de una u otra banda es "elegido" para ejecutar a un rival, aunque no necesariamente con las características propias de un sicario.
La "codicia" también es un camino. Según un tribunal porteño, la tentación por una herencia millonaria impulsó al abogado Daniel Chueke a contratar -a través de un plomero- al changarín que apuñaló a su madre en mayo de 2000. Los tres terminaron con perpetua. Algo que tampoco es nuevo, es la posibilidad de contratar asesinos a sueldo en la red. En Internet se puede encontrar casi cualquier cosa, incluso killers. "Sicarios colombianos a su servicio, no se ensucie las manos, nosotros lo hacemos por usted. Desaparición o eliminación. Trabajos garantizados", versa un sitio que promociona el servicio. Basta con una búsqueda no muy detallada en la web.