Trabajaba como agente de viajes, todos los días de 9 de la mañana a 5 de la tarde. Era un trabajo que no le dejaba muchas alegrías, pero le pagaba lo suficiente. Y Shigeo Tokuda no se cuestionaba eso. Como todos los hombres japoneses, se jubiló a los 65 para entrar a una vejez tranquila y protegida, pero no fue así: en primer lugar, porque unos años más tarde un infarto casi lo manda al otro lado; y por otro lado, porque se consiguió un nuevo trabajo part-time que le cambió la vida. Tokuda es hoy el mayor referente del cine porno "senior" del Japón.
"Esta es mi segunda vida. No sé cuánto tiempo más podré llevarla, pero quiero disfrutarla todo lo que pueda", dijo. El abuelo no le hace asco a nada: en sus más de 350 títulos, tuvo que vérselas con mujeres de 20 y de 70, y a veces con más de una a la vez. De salud, dice, está mejor que nunca.
"Lo que él hace es muy valioso, porque le da coraje a otras personas de su generación para hacer lo mismo", opinó Ryuichi Kadowaki, presidente de Ruby Productions, el sello que edita las aventuras de Tokuda. El porno "senior" empezó con actrices de casi 30 años, luego pasó a las de 40, a las de 50, 60 y ahora es el momento de las de 70 años. Tokuda debutó con la serie "Maniac Training of Lolitas" en diciembre de 2004 y consolidó su marca con "Forbidden Elderly Care" en agosto de 2006. Japón es el país con mayor porcentaje de población por encima de los 65 años, y uno de los que rankea peor en cuestiones de sexo. 1 de cada 4 parejas lleva más de un año sin tener relaciones, y el 38% de las parejas de más de 50 ya no tiene sexo. En ese contexto, el porno "senior" (o "elder porn") no para de crecer. "La gente mayor no se identifica con las tramas juveniles", explica Tokuda. La industria del cine porno en Japón mueve un billón de dólares por año, y de los dos mil títulos que vende por mes la cadena de videos Tsutaya, cuatrocientos son del género senior.
Por su parte, Tokuda dice que seguirá actuando aún luego de cumplir 80 años. Su propio nombre ya es tan famoso que funciona como una marca. Y confiesa que si se jubilara de este nuevo trabajo, ya no sabe qué haría. ¿Se lo imaginan armando una fiesta prohibida en el geriátrico?