Cada vez más estudiantes se inclinan por las bandejas. En apenas un par de años las cabinas de EMBA y de Sónica (las dos únicas escuelitas que existen por el momento en el país) se sobrepoblaron. En la primera, por ejemplo, las clases empezaron con 30 alumnos y hoy ya hay más de 150. "Hay un turno para el año que viene que ya está completo", informan desde la secretaría del lugar. Aunque suene extraño, como en cualquier otro establecimiento educativo, las escuelitas de DJ s también tienen sistemas de pasantías, libreta estudiantil y recuperatorios. La materias más reprobadas: "Mezclas" e "Inglés". El target de alumnos va desde los 18 a los 30.
"Cuando empecé a tomar clases no tenía ni idea de nada. En la escuela te encaminan, te enseñan a mezclar los discos. En realidad, todo se trata de práctica, de mejorar el gusto musical para poder hacer buenos sets", dice Damián Otero, un ex alumno de Sónica, que acaba de editar un EP y que se acercó a la escuela para contarle a sus profesores que ganó un concurso.
Gianfranco Ovidi, responsable administrativo del lugar cuenta que el curso básico dura tres meses. El programa incluye: cuadratura, mezcla de los distintos estilos, equalización. A los avanzados se les explica a manejar efectos en tiempo real, a tirar loops, samplers, bases rítmicas y algunas técnicas de scratch. La carrera de productor musical dura dos años y la idea es profundizar la parte de home studio para sacarle el sonido más profesional al trabajo casero.
El DJ Dale Duro, que cursó en Sónica comenta a Ciudad.com que muchas cosas las sabía antes de ingresar, pero que de todas maneras, las clases le sirvieron para hacer concientes cuestiones técnicas que previamente manejaba sin saber. Comenta: "Una cosa es saber usar las perillas y otra es saber cómo afectan las ondas sonoras. El lado artístico depende mucho de cada uno". Por su parte, su amigo, DJ Villadiamante cuenta que jamás piso un aula. "Cuando salí del secundario estudié Cine y Publicidad. Aprendí a pasar música mirando, escuchando, bailando y de lo que me fueron enseñando mis amigos. En realidad, sigo aprendiendo. Nunca tuve una vocación musical formada y ahora no iría a una escuela pero uno años atrás hubiese sido muy útil, te pueden dar conocimientos básicos para que puedas laburar.